Cuenta
la leyenda, que una vez establecida la kimbanda, Rei Exú y su esposa se
dedicaron a caminar por el mundo para verificar el trabajo que
realizaban sus súbditos (entiendase sus Zeus) y de esa manera, comprobar
si les eran fieles en el cumplimiento de las normas o no. Para ello,
solían disfrazarse, ocultando sus ricos atavíos, así podían pasar
desapercibidos.
En una ocasión, Pomba Gira Rainha estaba caminando
por una arteria y se encontró con un enorme lodazal, sucio y putrefacto,
que le impedía continuar su ronda. (No olvidemos que los Oxus jamás
vuelven atrás, ellos no caminan sobre sus pasos).
Mientras decidía
como hacer para atravesarlo, se apareció ante ella un hombre de mediana
estatura, algo y con todo el perfil de un eremita, bastante desaliñado y
con porte de antisocial. No obstante su imagen tétrica, estaba cubierto
por una enorme de género oscuro que no parecía coexistir con aquel
sitio.
Ella se asusto bastante al principio, pero al advertir el
gesto educado de aquel personaje que, sin dudarlo se quito la capa y la
arrojo sobre el charco para que ella lo traspase, pudo percibir en sus
ojos una infinita desolación.
Camino la Rainha encima de aquel
atuendo y siguió su ruta sin volver la mirada. El en cambio, quedo
prendado de la belleza de esa extraña mujer a quien nunca había visto,
pero que estaba seguro, jamás olvidarla, por primera vez se había
enamorado. El no sabía quien era ella. Ella imaginó su desasosiego: no
era fácil ser el guardián de aquel lugar. Ninguna mujer querría
acompañarlo en sus afanes. ¿Como premiaría su educación y su respeto?
¿De que manera podría mejorar su vida?
Al terminar su itinerario,
llego al palacio y le comento a su marido lo que había descubierto.
“Existe un noble ser - le dijo- que cuida de un inmundo pantanal. Cuando
alguna persona se acerca a aquel charco pestilente, de la nada él se
aparece y le ayuda a sortear tremendo obstáculo. He visto en su mirada
la tristeza por poseer aquel sitio para su cuidado, pero no obstante,
cumple su trabajo con esmero y sin sollozo. Esta ya algo encorvado y
maloliente. Su figura es huraña pero su gesto es humilde y cortés".
interesado en aquel prójimo, Exú Rei lo reclamo para una celebración
que haría en su residencia a fin de mes. Su intención era premiarlo por
su abnegada dedicación a la tarea que le fue encomendada y por el
respeto que había profesado a su esposa. Y en su búsqueda mando al
general de su ejército, Sr. Tranca Ruas.
Una vez reunidos en la
mansión real, ¡cual no seria la sorpresa de Exú do Lodo al advertir que
la esposa de su soberano era la mujer que amaba profundamente! Y cuanto
dolor al mismo tiempo, ya que en menos de una fracción de segundo
debería quitársela de la mente. No podía siquiera imaginar que alguna
vez se sintió atraído hacia ella.
Esa noche, Exú Rei lo condecora y
le concede el honor de sentarse a su diestra. y desde entonces ocupa
ese lugar, sosteniendo la base del trono de su monarca.
Pomba Gira
Rainha entonces, le otorga un pañuelo perfumado con su aroma, y le pide
que guarde sus lagrimas en el, y que una vez retornando a su sitio, lo
arroje en medio del pantano. Le agradece su respeto y su ternura y
promete ayudarlo a salir de la soledad en la que se encuentra.
Esa
noche, mientras volvía a su territorio, cabizbajo, pensaba: ¡Como podría
yo haberla hecho feliz en ese nauseabundo fango en el que habito!
ninguna mujer habría querido jamás acompañarme en mi trabajo. Al llegar,
arrojo el pañuelo al barro y se quedo contemplando como la luna lo
cubría con su luz plateada. Se salieron del lienzo todas sus lágrimas y
quedaron a la merced del cenagal, dispersas como cuentas de un collar
que se desanuda. Por la mañana siguiente, aquel ser contemplo que en el
lugar donde había arrojado el pañuelo había comenzado a crecer una
planta, y que sus lágrimas dispersas eran capullos de flores que
comenzaban a presagiar un nuevo tiempo. Se iba el invierno, y la
primavera producía milagros incluso en medio del fango.
Fue la
primera vez que el reparo en las flores. Las considero un regalo de su
Sra.Rainha, y se acerco para aspirar la fragancia que de ella emanaba.
Era el mismo perfume de su soberana que desde entonces lo cuidaría cada
primavera.
Transcurrido algún tiempo, la historia se repitió con
otra protagonista. Una mujer circulaba nuevamente por aquel camino y se
encontraba de repente con el charco. Solicito como siempre, Exú do lodo
salio de su escondite y le ofreció su capa. Al mirarla, descubrió en sus
ojos la simpatía que tanto buscaba y sin pensarlo dos veces, cortó
algunas de sus flores para obsequiárselas. Ella las acepto y, a cambio,
lanzo una estruendosa carcajada. Era María Mulambo, quien desde
entonces, se transformo en su compañera y se quedo a vivir a su lado.
Fuentes Consultadas
Kimbanda de Fuego
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