En la Cultura Celta, los druidas eran la clase intelectual de su sociedad.
Vivían en las Islas Británicas alrededor del año 1000 AC.
Desempeñaban funciones religiosas, pero no se limitaban únicamente a ellas, ya que también ejercían otras disciplinas como la medicina, la filosofía, la astronomía y la magia.
Estos sacerdotes Celtas utilizaban un calendario lunar de 13 meses, de 28 días cada uno, con un día intercalado para calcular su año y las distintas festividades.
El aspecto ritual de su religión se basaba principalmente en el ciclo solilunar, y su zodiaco también se fundamentaba en el período lunar, más que el solar.
Los druidas se reunían en unos peculiares templos: los bosques. Allí celebraban sus rituales, fiestas y ceremonias. Protagonistas y testigos de estos rituales eran los árboles.
Los mismos druidas asignaron a estos elementos de la naturaleza una propiedad, una virtud, y lo consagraron a un Dios celta.
Cada una de las etapas correspondiente a la fase Luna-Árbol tomaba una condición y se veía amparado bajo la protección de un Dios.
Para la cultura Celta el árbol es un símbolo de vida, por este motivo, los celtas se sentían profundamente relacionados con los arboles hasta el punto que cada uno estaba marcado con una inicial del alfabeto druida, que justamente coincidía con las iníciales de sus árboles protectores.
Posteriormente cada árbol fue asociado a una época del año, de ahí surgió el horóscopo de los 21 árboles.
Dos para los equinoccios, dos para los solsticios y los restantes fueron repartidos en periodos equidistantes y contrapuestos en el calendario; salvo el álamo, que cubre tres periodos.