Hace mucho tiempo, Mawu, el más grande de las diosas, vivió entre los demás Loas.
Sus dos hijos (gemelos), Legba y Kalfu, llevaban a cabo su voluntad, si algo bueno hacian los pobladores del pueblo, Legba iba a contárselo a la diosa madre; pero si incurrian en en el mal, Kalfu era quien cumplia esta labor.
Legba y Kalfu eran tan parecidos, sin embargo, que la gente creía que eran una persona y comenzaron a odiarlos a ambos por igual.
Legba encontró que la gente lo evitaba por pensar en las cosas que Kalfu había hecho, y se dirigió a su madre para quejarse.
Mawu le dijo que eso era algo que tendría que aceptar, ya que nunca iba a cambiar.
Cansado de ser visto como un dios maligno para su pueblo, Legba escuchó el decreto de Mawu al pueblo, de que todo aquel que le robara los ñames sería duramente castigado.
En la oscuridad de la noche, Legba se puso los zapatos de su madre y le robo el jardín, tomando todas las ñame.
A la mañana siguiente, Mawu estaba furiosa por perder su cosecha y exigió que se encontrara al culpable, pero los pies de nadie era iguales a las huellas en el jardín, por fin, encontraron que sólo los zapatos de la diosa se correspondían con las huellas, y todo el mundo creyó que se había robado sus propios ñames. Humillada, ella se retiró del mundo humano, pidiéndole solamente a Legba que le recordara de decirle cómo iban las cosas de vez en cuando, a partir de entonces, Legba es libre de ser benevolente, y la gente llegó a reconocer que él y Kalfu no eran los mismos.
Siguiente