Los Números de la Buena Suerte han jugado un rol importante en la cultura china durante mucho
tiempo (la Ciudad Prohibida tiene 9.999 habitaciones).
El número puede ser todavía un factor determinante en la China actual a la hora de elegir casa, número de teléfono o, incluso, la fecha de nacimiento.
En general, se considera que los números pares dan más suerte que los impares.
El Dos, sugiere armonía.
El Seis, suave progreso, ya que su pronunciación (liu) es igual que la palabra ‘fluir’.
Sin embargo, el Cuatro es homófono con la palabra ‘muerte’ en chino, por lo que se considera de mala suerte.
El Número Nueve, por el contrario, implica longevidad.
Pero el Número Ocho es, con diferencia, el más ‘afortunado’.
La pronunciación en chino del número Ocho, ‘ba’, es similar a la palabra ‘prosperidad’, que en
mandarín se pronuncia ‘fa’.
La similitud fonética es aún mayor en cantonés. De hecho, fue en Cantón donde se originó la creencia en la fortuna del número Ocho, para luego extenderse por todo el país.
La afición de los chinos por este número se hizo evidente en la inauguración de los Juegos
Olímpicos de Beijing, que comenzaron el día Ocho del Octavo mes de 2008 a las Ocho horas.
Lo lógico hubiera sido organizarlos a finales de agosto, cuando las temperaturas no son tan sofocantes, pero así no se hubiera cumplido con la superstición.
A pesar de tener origen en el sur, hay constancia de su existencia también en el norte de China.
En Beijing, los número de terminales de teléfono que incluyen muchos Ochos se pagan más caros,
mientras que los apartamentos en la Octava planta son los más cotizados.
Por el contrario, nadie quiere vivir en la planta Cuarta y, en algunos casos, ésta ni siquiera existe, al menos nominalmente. Así, algunos edificios y hoteles pasan de la planta Tres a la Cinco directamente.
Lo mismo ocurre con la planta Catorce o, en el caso de edificios destinados a los extranjeros, con la Trece.
Al sur, en Hong Kong, los hombres de negocios pagan verdaderas fortunas con tal de hacerse con un
número de matrícula concreto.
En los años 90, la matrícula número Ocho se vendió por 5 millones de dólares de hongkoneses.