Las primeras referencias que tenemos del Caballo en su relación con los seres humanos datan de la época prehistórica, por sus representaciones en pinturas rupestres, en las paredes interiores de las cuevas en que habitaban.
Algunos pueblos originarios del centro de Asia, que luego se desplazaron hacia la Europa Central, incorporando a la cultura occidental la idea de atribuir al Caballo el significado de vigor, fuerza y energía, llegando a vincularlo con elementos como el fuego y el agua, esta ultima por imaginar que con la dureza de sus pezuñas podría escarbar el suelo hasta hacerla surgir.
Otra idea desarrollada en estas poblaciones llevaba a que al ocurrir la muerte de un guerrero, su Caballo fuera enterrado con el, ya que pensaban serviría para conducir su alma al cielo.
En algunos versículos de la Biblia se presenta al Caballo como símbolo de valor y de la guerra, y en otros, particularmente en el Apocalipsis, se lo asocia con la destrucción y la muerte.
Ciertos criterios psicológicos relacionan el soñar con Caballos, con los impulsos que presionan desde el inconsciente.
También se lo ha asociado con los empujes necesarios para el comienzo y el final, el nacimiento y la muerte.
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