La religión para los Celtas constituía el mejor medio de organizarse socialmente, debido a que funcionaba con gran rigor el sacerdocio de los druidas.
Gracias a éstos se movió su civilización con una gran coherencia a lo largo de sus primeros siglos de vida.
Se sabe que había druidas en Irlanda, en el País de Gales, en la Bretaña y en la Galia.
El hecho de que no se tengan noticias de que existieran entre los Celtas de España y otros lugares no ha de llevarnos a creer que les faltaron.
Lo que sí se puede afirmar es que los druidas de Italia recibieron el nombre de vates.
Julio César dejó escrito que los druidas provenían de la Bretaña, donde radicaba lo que se podría considerar su sede central.
Existen los suficientes documentos para tener la certeza de que los druidas de la Galia e Irlanda
visitaban la Bretaña para completar su formación.
Algunos historiadores han pretendido demostrar que los druidas tienen origen en antiguas civilizaciones del norte de Europa, que al ser conquistadas por los Celtas les prestaron estos «magos-sacerdotes».
Sin embargo, son más los que opinan que los «grandes sabios de los árboles» son básicamente Celtas, como lo prueba la resistencia que todos ellos opusieron a Roma y al cristianismo cuando pretendieron exterminar su cultura y su religión.
La palabra druida nace del término dryadas («sacerdote de las encinas»).
No obstante, en Irlanda se prefería relacionar a los druidas con el avellano y el serbal, debido a que se creía que las avellanas proporcionaban facultades adivinatorias.
Por cierto, los druidas irlandeses utilizaban unas varitas de avellano como símbolo de su poder al provenir del «árbol sagrado o de la vida».
Muchos terminaban por cubrirlas con una capa de plata.
Las múltiples funciones de los druidas.
Los druidas se encargaban de los sacrificios y de dirigir todas las ceremonias religiosas.
Sin embargo, lo que más se esperaba de ellos era que utilizasen su poder de adivinar el futuro, sobre todo el más inmediato.
Esta misión la resolvían fácilmente asignando un árbol a cada ser humano, ya fuera hombre o mujer, de acuerdo con el día del nacimiento.
De esta manera crearon un horóscopo, unas cartas y otros medios de apoyo a sus adivinaciones.
Sorprendentemente, los druidas se fijaron en la Naturaleza más que en los astros para dar forma a un sistema de predicciones muy similares, en ciertos casos las superaban, a las obtenidas por los astrólogos tradicionales.
Como estamos hablando de unos personajes a los que los Celtas sublimaron, además de sacerdotes y adivinos eran científicos: conocían las plantas de su entorno con la misma precisión de un moderno naturalista, lo que les permitía obtener medicinas, estimulantes y otros productos mágicos.
Debido a que cada una de sus acciones la ritualizaban, se ha querido ver en esta actitud una forma de pretender camuflar la «mentira», cuando existen suficientes pruebas para tener la certeza de que sus conocimientos eran extraordinarios.
Otra de las funciones de los druidas era jurídica. Así nos los muestra Henri Hubert: «Actuaban como jurisconsultos, árbitros y abogados más bien que jueces. Emitían opiniones fundadas en precedentes interpretados a la luz de la equidad. Intervenían como árbitros en asuntos de derecho privado, por ejemplo, para solventar, por medio de justas compensaciones, litigios motivados por daños causados en un acto de venganza.
En la evolución del derecho Céltico, los poderes públicos del Estado acabaron por superar a los de los druidas, debido a que los reyes y las asambleas pasaron a ser las que juzgaban.
No obstante, en la Galia y en Irlanda los druidas intervenían cuando alguien no aceptaba un
veredicto. Entonces se mostraban muy severos, al obligar al culpable con la amenaza de destierro. »
Uno de los preceptos que más repetían los druidas era éste: «cuenta la verdad siempre».
El precepto se encuentra en los antiguos textos irlandeses:
Las tres mejores cualidades de un príncipe son la verdad, la clemencia y el silencio.
Los peores para el honor de un rey son no respetar la veracidad y convertirse en aliado de lo falso.
Respecto a lo anterior se contaba una leyenda sobre un héroe que, siendo el monarca de una tribu, dijo una mentira para ayudar a un amigo.
Pese que él la utilizó creyendo que era una verdad, no quedó exento de un castigo. Los druidas que le juzgaron le dejaron a merced del destino, al prevenirle que un día le ocurriría una desgracia inesperada.
Una mañana que estaba en su casa, ésta comenzó a deslizarse por una pendiente. Hubiese muerto, junto con su familia, de no haber intervenido un rey virtuoso y sincero, el cual logró que la casa se
detuviera en el momento que iba a precipitarse en un hondo abismo.
Para los Celtas cualquier tipo de delito nunca era considerado individual, ya que afectaba a toda la familia del culpable.
Por ejemplo, si un pastor joven e inexperto llevaba el ganado a pastar en el prado de un vecino, sin contar con el permiso de éste, su familia quedaba obligada a proporcionar al perjudicado un terreno similar durante toda una estación completa.
En el caso de que la sentencia no se cumpliera, lo que suponía desobedecer a los druidas, la familia caería en desgracia durante cuatro generaciones.
Un destino que nadie quería para él ni para los suyos, por eso los Celtas procuraban respetar las leyes al máximo.
Y sobre todo se forzaba a quien cometía cualquier tipo de delito a que pagase su culpa de inmediato, con el fin de que no arrastrara a todos los demás.
Por eso los Celtas funcionaban tan bien como sociedad, por pequeña que ésta fuera.
La severidad ha de verse como un arma imprescindible en unas tribus enfrentadas a los enemigos más peligrosos; además, concedía un inmenso crédito a todas las instituciones porque, como decía el druida, del respeto a la ley nace la conciencia que alimentara el amor a los otros y a nosotros mismos.
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