Si bien el lingam es un símbolo común, compartido por la mayoría de los ritos, no sólo en la India, sino a lo largo de la historia universal, para el tantra tiene una significación especial, ya que amplía el extendido concepto de falo.
Los textos tántricos llaman Lingam al conjunto formado por el órgano masculino engastado en el sexo femenino.
Este símbolo unificado tiene un papel fundamental en todos los ritos tántricos.
El origen de su culto se remonta a la prehistoria con sus ritos sexuales de fecundidad, que se basaban en la creencia de que los acoplamientos colectivos sobre los campos, beneficiaban la fecundidad de la tierra.
En tanto se considera que el origen del Universo proviene de la unión del Lingam, órgano masculino y el Yoni, órgano femenino, se asocia su conjunción a la misma divinidad.
Por tal motivo, el tantra habla de yonilingam para hacer referencia a la representación de la divinidad en los seres humanos, como energía creativa, que se manifiesta tanto en el pensamiento, como en la capacidad de generar vida.
Estas dos formas de creatividad se relacionan íntimamente, para lograr la exaltación del espíritu que implica el placer entendido por los tántricos como una experiencia, fundamentalmente espiritual.
El yonilingam, da cuenta de que la existencia es la división de dos principios, uno masculino y pasivo y otro, femenino y dinámico, que se unifican para expresar la divinidad.
Por otra parte, al principio femenino se lo asocia con la materia, la fuerza y la energía, en constante mutación, mientras que al principio masculino se lo relaciona con la conciencia, la idea y el pensamiento.
En tal sentido, el principio de la divinidad hindú es femenino, ya que sólo se percibe por lo que se manifiesta.
Por su parte, el principio masculino genera el pensamiento y lo introduce en el deseo, del que surge el principio femenino dinámico, a partir del cual se regenera la existencia.
Fuentes: Inspiración femenina y sexo tantrico.
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