En la jerarquía social, los druidas eran los sacerdotes de los celtas.
No formaban una casta hereditaria, dado que cualquiera podía iniciarse como druida.
Su enseñanza se componía de tres mandamientos:
Obediencia a las leyes divinas.
Siendo Dios considerado como inteligencia cósmica (los griegos hablaban de “Logos-Inteligencia”), esta obediencia presupone que existe en el hombre el principio de voluntad, característico de la Divinidad.
Interés por el bienestar del medio social, es decir de la Humanidad y del clan.
Esto exige una noción de amor, segunda característica de esta Divinidad con múltiples formas, que no puede ser representada.
Asunción con valentía de todos los embates de la vida, es decir, ser estoicos, tener una filosofía de vida.
Como la Historia lo ha demostrado, estos pueblos tuvieron una gran capacidad para aguantar el sufrimiento y enfrentarse a la adversidad.
Para que esto sea posible, se necesita la inteligencia: para saber callarse cuando hace falta, para renunciar cuando hace falta y para actuar en el momento preciso.
La característica de esta Divinidad, que es al mismo tiempo una y triple, es estar dividida en tres, siguiendo las tres virtudes básicas: voluntad, amor e inteligencia.
La característica de esta Divinidad, que es al mismo tiempo una y triple, es estar dividida en tres, siguiendo las tres virtudes básicas: voluntad, amor e inteligencia.
Estos tres “mandamientos” pueden vivirse individual o colectivamente, y están relacionados con los tres grados de sacerdocio.
Continuamos en proximas entradas
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