Los soldados golpearon a Jesús con látigos. Le pusieron un manto púrpura. Hicieron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza. Se rieron de Él y le escupieron. Dijeron que era el “Rey de los judíos”.
Marcos 15:15–20
Mucha gente siguió a los soldados mientras llevaban a Jesús a un cerro cerca de Jerusalén. Lo obligaron a cargar Su propia cruz. Le clavaron las manos y los pies a la cruz, y la levantaron. También crucificaron a otros dos hombres que eran ladrones.
Lucas 23:27, 33;
Juan 19:17–18
Jesús oró y le pidió al Padre Celestial que perdonara a los soldados que lo habían crucificado porque ellos no sabían que Él era el Salvador.
Lucas 23:34
María, la madre de Jesús, estaba de pie cerca de la cruz. El apóstol Juan también estaba allí. Jesús le pidió a Juan que cuidara a la madre de Él, y Juan se llevó a su casa a la madre de Jesús.
Juan 19:25–27
La tierra quedó cubierta de oscuridad. El Salvador sufrió en la cruz por muchas horas. Finalmente Su espíritu dejó Su cuerpo, y murió.
Mateo 27:45, 50
Cuando murió, hubo un terremoto que rompió grandes rocas en pedazos. Una cortina del templo, llamada velo, se partió en dos. Los soldados romanos sintieron miedo.
Mateo 27:51, 54
Uno de los discípulos de Jesús bajó el cuerpo del Salvador de la cruz. Lo envolvió en un lienzo y lo colocó en una tumba, un lugar donde se sepulta a las personas. Rodaron una piedra muy grande enfrente de la tumba para cubrir la entrada.
Mateo 27:57–60
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