Este era un borrachito que en una de sus acostumbradas borracheras, pasó por el callejón de costumbre que conduce hasta su casa.
Había en él pocas luces por lo tanto si alguien o algo pasaba se reflejaba unas sombras gigantes y macabras; una noche al pasar por esta calle, él escuchaba aullidos de perros y en el fondo, el llanto hambriento y asustado de un bebé.
Este se escuchaba lejos pero cada vez que se acercaba más el borrachito, se escuchaba el llanto más y más fuerte y aún caminando de manera atolondrada por la borrachera, empezó a buscar al niño con la vista, hasta que por fin vio su reflejo a través de las sombras de las paredes y el borrachito tomó al bebé en sus brazos y lo llevó con él, camino a casa mientras maldecía a la madre que había abandonado al bebé en pañales.
En su tembleque caminar, él sentía que mientras avanzaba el bebé se tornaba cada vez más y más pesado como si estuviera cargando un cerdo, pues cuando le quitó el pañuelo al bebé para ver su rostro, este tenía una cara de cerdo con dientes afilados y cachos, por lo que el borrachito exclamó de un pasmo: ¡Ave María Purísima! y a la mañana siguiente cuando estaba sobrio, llegó a la conclusión de que era el mismísimo diablo en pañales y lo comenzó a relatar por todo el pueblo.
Hasta dejó de beber alcohol desde entonces.
Esta leyenda es una de tantas que se hizo famosa en todo México pues las leyendas folclóricas figuran en la cultura como cuentos o relatos de tradición oral que pasan de generación en generación y siendo su población eminentemente católica y joven, ellos mismos se encargan de difundirla y atraen a relato-oyentes de todas partes del mundo.
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