Esta concepción del conocimiento que desconfía de las exactitudes ha engendrado no sólo la gramática plural del simbolismo sino una sintaxis basada en períodos concéntricos, imposibles de ser saltados, e intransferibles como no sea por la experiencia personal.
Esta sintaxis esotérica, es el proceso iniciático.
Los esotéricos llaman concretamente trabajo a este proceso, que supone un entrenamiento metódico e interminable, ya que cumplida la iniciación propiamente dicha se abren ante el iniciado numerosas disciplinas o sistemas reflexivos, cuya sutileza ayudará a la madurez y ampliación constante de su pensamiento analógico -conocimiento opuesto por naturaleza a la operación análisis/ síntesis que caracteriza al pensamiento científico, - cuando no a la realización personal, y hasta al trabajo que esa realización esté llamada a cumplir dentro de la economía universal .
Este habría sido el sentido disciplinario de las operaciones cabalísticas y astrológicas, y parece encontrárselo resumido -según Levy, posteriormente, OIRT- en el alfabeto simbólico de los veintidós Arcanos Mayores del Tarot.
«La Psicología actual -dice Juan-Eduardo Cirlot (Diccionario de Símbolos)- reconoce que las cartas del Tarot son, como lo han probado Éliphas Lévi, Marc Haven y Oswald Wirth, una imagen del camino de la iniciación y similares a los sueños.
De otro lado, Jung coincide con las seculares intuiciones del Tarot al reconocer dos batallas diversas, pero complementarias, en la vida del hombre: a) contra los demás (vía solar), por la situación y la profesión; b) contra sí mismo (vía lunar), en el proceso de
individuación.
Estas dos vías corresponden a la reflexión y a la intuición, a la razón práctica y a la razón pura.
El temperamento lunar crea primero, luego estudia y comprueba lo que ya sabía; el solar, estudia primero y luego produce.
Corresponden estas vías también, hasta cierto punto, a los conceptos de introversión (lunar) y extraversión (solar); a contemplación y acción.».
Jung tambien prologa el I Ching de Richard Wilhelm en el Libro de las Mutaciones, donde se recoje este poema dedicado de Jorge Luis Borges “Para una versión del I King”:
El porvenir es tan irrevocable
Como el rígido ayer. No hay una cosa
Que no sea una letra silenciosa
De la eterna escritura indescifrable
Cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
De su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
Es la senda futura y recorrida.
El rigor ha tejido la madeja
No te arredres. La ergástula es oscura,
La firme trama es de incesante hierro,
Pero en algún recodo de tu encierro
Puede haber una luz, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha.
Pero en las grietas esta Dios, que acecha.
En general, puede decirse que la iniciación reconoce dos vías de acceso al conocimiento, que se definen habitualmente como Seca y Húmeda, y cuyas correspondencias principales serían:
Vía seca: Solar, Masculina. Racional. Conocimiento deductivo. Extraversión. Orden dórico.
Vía húmeda: Lunar, Femenina. Intuitiva. Conocimiento inductivo. Introversión. Orden jónico.
Se cae, sin embargo, en un error de interpretación, apenas se pretende jerarquizar una de estas vías en detrimento de la otra.
Si el razonamiento tiende a hacerlo, es sólo por lo complejo que resulta superar el dualismo de orden moral que rige las convenciones aceptadas (lo contrario de lo bueno debe ser forzosamente lo malo, de lo blanco lo negro; juicio que se extiende a toda dupla de opuestos).
Para el pensamiento esotérico no existe bien ni mal desde el punto de vista de estos presupuestos éticos, sino una dinámica permanente de oposiciones dialécticas, según la cual el día es una necesidad de la noche, así como la caída es una necesidad del ascenso, etc.
De modo que si bien se puede intentar una definición de las dos vías expuestas, a través de la fórmula
Seca = activa
Húmeda = pasiva
ninguno de estos dos últimos términos puede interpretarse peyorativamente, sino como complementarios de una totalidad que desborda las capacidades individuales.
Wirth sugiere una primera disposición de los Arcanos, para la representación gráfica de las vías, en la forma que sigue:
Dando a El Loco el valor convencional de Arcano 0.
De aquí se desprenden algunas evidentes oposiciones simbólicas (sobre todo en las relaciones 1-0; 7-16; 10-13 y 11-12), pero el juego de analogías se descubre mejor apenas se convierte a los Arcanos 6 y 17 (naipe central de cada una de las líneas) en una
suerte de eje del Tarot.
Tomando en cuenta, además, la subdivisión que admite todo proceso iniciático (una fase de preparación y estudio, precede o continúa -según la vía- a una de aplicación y acción), se obtiene el siguiente diagrama de lectura reversible en el que se observa que en la iniciación seca o activa, la teoría precede a la práctica; en tanto que se produce lo inverso en la iniciación húmeda o pasiva, en la que el sujeto realiza sus acciones antes de llegar a comprenderlas.
«Para alcanzar una actividad consciente (dórica) -dice Wirth- el sujeto necesita comenzar por adquirir los conocimientos que se encuentran en los arcanos 1, 2, 3, 4 y 5.
Cuando la instrucción ha terminado, una prueba moral (representada por el arcano 6)
permite, si se la cumple con éxito, pasar a la realización práctica manifestada en los arcanos 7, 8, 9, 10 y 11.
En el dominio de la pasividad, el abandono místico se traduce en obras figuradas por los arcanos 12 al 16; porque, a favor de las influencias exteriores a las que alude el arcano 17, se determina una iluminación progresiva , cuyas fases se reflejan en los arcanos 18 al 0.»
Con independencia del crédito esotérico que quiera otorgárseles, la reflexión sobre estos esquemas es primordial para los fines prácticos de este estudio.
Deliberadamente se elude aquí un mayor análisis simbólico, para permitir una primera familiaridad espontánea con las imágenes hasta ahora mudas del Tarot.
Fuentes Consultadas
Editorial Aguilar
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