Se trata de una figura de gran armonía y belleza.
Quizá este efecto provenga del hecho geométrico de que el hexágono regular es el único polígono la medida de cuyo lado es igual al radio de la circunferencia que lo circunscribe.
Eso hace que dos puntos contiguos de la periferia (circunferencia) disten entre sí lo mismo que el centro a cada uno de ellos. Dado que cada vértice representa una cualidad, la figura indica un conjunto de características todas en relación armónica entre sí y con el centro.
Por otra parte, los dos triángulos equiláteros son simbólicos de dos naturalezas opuestas entremezcladas y en equilibrio mutuo.
Ambas naturalezas se representan mediante el fuego y el agua.
En un sentido más abstracto, el triángulo que apunta hacia arriba encarna, en cualquier plano, la fuerza que tiende a trascender (como la conciencia) mientras que el triángulo que señala hacia abajo es simbólico de la fuerza que tiende a manifestar (como la vida). A veces se emplean los términos masculino y femenino para representar ambas realidades.
El hexagrama es también llamado Maguén David - escudo de David -. La tradición dice que con este símbolo David vencía sobre sus enemigos.
Su fuerza radica en dos conceptos: totalidad y equilibrio.
Totalidad, porque en la estrella están contenidas todas las fuerzas incluidas en el septenario (seis vértices más el centro).
Equilibrio, porque el centro está en relación armoniosa con la circunferencia, manteniendo a cada cosa en su lugar, sin identificarse con ninguna característica en particular.
Así, mientras que nos mantengamos en nuestro centro (solar) en equilibrio y asumamos responsabilidad por la totalidad de nosotros mismos, estaremos protegidos por el aura invencible del maguén David.
Y el centro siempre irradia, y está en contacto con todos los centros: Desde nuestro punto de equilibrio en el centro de nosotros mismos, compartimos la luz, con la cual ahora somos uno y de la que somos un canal.
"Estamos cómodamente sentados, sin tensiones, y asumimos la postura de meditación: Espalda recta, aunque sin forzar; pies algo separados con las plantas sobre el suelo; manos sobre los muslos con las palmas hacia arriba; cabeza mirando hacia el frente, con el mentón ligeramente hundido.
Si queremos cerramos los ojos o permanecemos con ellos abiertos o ligeramente entreabiertos.
Hacemos unas respiraciones profundas y vamos entrando en un estado de calma, de relajación...
Nos desapegamos de todas nuestras preocupaciones, de nuestros problemas; soltamos el estrés; entramos en la serenidad...
Vamos a ir poco a poco relajando todas las partes de nuestro cuerpo, empezando por los dedos de los pies...
Relajamos cada uno de los dedos de los pies... y luego las plantas que apenas parecen apoyarse en el suelo... que percibimos como suspendidas sobre el suelo, tal es la sensación de ligereza que empezamos a experimentar.
Relajamos los empeines, los tobillos… y vamos sintiendo como una ola de relajación va subiendo por las piernas… que están cada vez más y más relajadas… y llega a la rodillas... asciende por los muslos... llega a las nalgas... las ingles... el sexo… y sigue ascendiendo por el abdomen y por el sacro, cubriendo la parte inferior de la espalda…
Relajamos la zona del ombligo y el diafragma: nuestra respiración es profunda, suave, rítmica, cada vez más lenta.
Relajamos la columna... y notamos como la onda de relajación asciende por ella, desde el perineo hasta la nuca, relajando todos los músculos de la espalda.
Y relajamos el tórax... los músculos del pecho... los hombros… y la ola de relajación va descendiendo por los brazos... a los codos... antebrazos... muñecas... manos... dedos de las manos... hasta las puntas de los dedos de las manos.
Y nuestra atención retorna al cuello, que relajamos: la laringe... la nuca... toda la parte de atrás de la cabeza… Relajamos la mandíbula y los labios... las mejillas... las fosas nasales... los ojos... todos los músculos que rodean a los ojos… Relajamos la frente... y toda la parte alta de la cabeza... y hacemos que toda la ola de relajación confluya en la coronilla.
Y nos sentimos totalmente relajados, serenos, flotando en una sensación de bienestar, en un estado de perfecta paz profunda.
Nos visualizamos entonces arriba de una escalera que aparece ante nosotros de una forma natural: Tiene 10 peldaños y desciende hacia las profundidades, hacia el interior de nosotros mismos.
Y nosotros vamos a ir bajando lentamente, peldaño a peldaño, siguiendo la cuenta. Lo hacemos:
10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1…Y ante nosotros aparecen las puertas de la imaginación , que abrimos con un suave movimiento, y cruzamos:
Y nos visualizamos caminando por una playa desierta: estamos descalzos, y sentimos la calidez de la arena en las plantas de nuestros pies... sentimos su tacto suave, almohadillado... percibimos cómo nuestros pies se hunden ligeramente en estas arenas suavemente calentadas por el sol...
Una suave brisa marina nos refresca la piel... oímos el canto de los pájaros... oímos el murmullo de las pequeñas olas rompiendo suavemente contra la arena.
Vemos las cintas de espuma blanca... vemos el color azul del mar... con todas sus tonalidades... la línea del horizonte... el azul del cielo: azul sobre azul.
Y gozamos de una sensación de gran armonía, de unificación con la naturaleza que nos rodea...
Miramos hacia el lado opuesto del mar... contemplamos algunas rocas... la vegetación... algunas flores... vemos sus colores... vemos alguna gaviota que pasa por el cielo.
Entonces observamos frente a nosotros que se está formando poco a poco una gran estrella de 6 puntas de luz amarilla... y que toda la escena a su alrededor ha adquirido como una nueva dimensión... más profunda... más mágica; que las cosas, las plantas, las rocas, la arena, se perciben como más intensas.
Nos concentramos en el hexagrama, en esa estrella de David resplandeciendo luz dorada... ahora ya claramente definida... y sentimos que esa luz nos invita y nos acoge... Damos unos pasos hacia delante y nos introducimos dentro del hexagrama... Inmediatamente percibimos su potente aura de protección.
Empezamos a experimentar un estado de equilibrio interior... de serenidad... de calma… como si esa luz nos invitara a centrarnos en nosotros mismos... y a saborear esa sensación de puro ser... de puro ser nosotros…
Buscamos ese punto interior de equilibrio, ese núcleo interior nuestro, sólo nuestro… que permanece siempre detrás de todas las manifestaciones… de nuestra mente, de nuestras emociones… implicado y no implicado al mismo tiempo… pudiéndonos ver a nosotros mismos con objetividad, con desapego…
Y sentimos cómo la luz del hexagrama - una luz viva, dorada, resplandeciente… una luz solar - se desborda hacia adentro… y cómo va penetrando en nosotros a través de todos los poros de nuestro cuerpo…
Sentimos cómo la luz nos va bañando interiormente, iluminándonos, transformándonos… eliminando toda la negatividad… trayendo curación a nuestros órganos… trayendo curación a nuestros conflictos - integración, equilibrio, armonía -… hasta que nos sentimos totalmente llenos de esa luz, de esa luz solar de la sefirá Tiferet del Árbol de la Vida... que penetra en todas nuestras células... en nuestros huesos... hasta la médula... construyendo además nuestro sistema inmunológico... dotándonos de defensas contra todas las agresiones nocivas, internas y externas.
Estamos así durante unos minutos, en la calma, en la serenidad de ser simplemente, sin querer nada, sin analizar, experimentado la maravilla del ser, de la existencia…
Y esa luz particularmente se focaliza y se centra en nuestro corazón, que es el centro tiferético... y desde allí va ha empezar a irradiar hacia fuera... porque no podemos recibir luz sin compartirla, sin darla otra vez.
Sentimos que empezamos a irradiar luz a nuestro entorno… estamos en el centro de una estrella resplandeciente, que está irradiando luz solar a nuestro entorno próximo... y se va creando un aura de luz que se va expandiendo cada vez más.
Y vamos a compartir esta luz con nuestros seres más queridos, más cercanos; les abrazamos en la luz, y les llenamos también de ella... a nuestros familiares, a nuestros amigos… todos unidos en esta luz radiante, gozosa, luminosa, viva… a nuestros compañeros, a las personas de cualquier faceta de nuestra vida que compartan algo con nosotros.
Irradiamos esta luz también a todas las personas que de alguna manera consideramos enemistados con nosotros - nuestros enemigos -... y permitimos que esta luz nos una y disuelva las diferencias; perdonamos porque también somos perdonados... en la luz comprendemos... somos capaces de ponernos en el lugar de otras personas... de tener empatía con ellas... de sentir lo que sienten ellas como seres que son: individuales, independientemente de nuestras expectativas, o de nuestras proyecciones.
Seguimos irradiando la luz a todos los habitantes de esta población... a todos los habitantes de la región... del país... de toda la tierra: que alcance especialmente a todas las personas que sufren… que sufren por hambre…que sufren por guerras... violencia... persecución... enfermedades... Vamos a irradiar paz, cordura... que la energía de violencia y de explotación se transforme en energía de solidaridad, de comprensión, de tolerancia.
Y vamos a irradiar esta luz a todos los seres de la tierra - de nuestra maltratada tierra - de los distintos reinos: animal, vegetal, mineral, elementales... y a todos los habitantes del cosmos.
Poco a poco vamos recuperando la conciencia de nosotros dentro de nuestro hexagrama, de la estrella de luz, en la playa...
Nos sentimos agradecidos por esta experiencia...
Contemplamos todas las bondades que hemos proyectado como ya realizadas...
Poco a poco vamos absorbiendo la luz, y ésta también se va absorbiendo en el entorno. El hexagrama se va difuminando hasta desaparecer por completo.
Nos sentimos plenamente en la playa, nos volvemos hacia el mar.
Caminamos por la arena de nuevo, volvemos a sentir el tacto cálido en los pies, y la brisa en todo el cuerpo.
Oímos el canto de los pájaros, el murmullo de las olas; vemos el color azul del mar, del cielo; contemplamos las rocas, la vegetación.
Vamos así poco a poco caminando, tranquila y relajadamente, hasta que nos encontramos de nuevo con las puertas de la imaginación, que cruzamos en sentido inverso.
Cerramos tal como las abrimos antes.
Las cerramos ahora.
Respiramos profundamente.
Y vamos a ascender por la escalera que nos va a llevar de vuelta a nuestro estado habitual de conciencia, lentamente, siguiendo la cuenta:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10… ya estamos arriba de nuevo.
Nos centramos en el aquí y el ahora, plenamente de vuelta; hacemos varias respiraciones profundas; movemos ligeramente los dedos de las manos y los pies; frotamos las palmas de las manos para generar calor; cabeceamos suavemente; nos desperezamos; y cuando queramos podemos abrir los ojos.
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