21 de noviembre de 2017

Santa Eufrosina - Santos



El 01 de Enero la Iglesia Católica recuerda a Santa Eufrosina. Los griegos llaman a Santa Eufrosina "nuestra madre" y la tienen en gran honor.

Santa Eufrosina o Eufrosine fue hija de Pafnucio, rico y piadoso ciudadano de Alejandría. Pafnucio y su mujer no tuvieron descendencia durante largo tiempo; Eufrosina vino finalmente a alegrar su vida, gracias a las oraciones de un santo monje a cuya intercesión se habían encomendado. La niña era extraordinariamente bella y sus padres le dieron ese nombre para conmemorar el gozo que su nacimiento les había producido. La madre murió cuando Eufrosina tenía once años. Su padre se dedicó a buscarle marido y la prometió a un joven muy rico. Eufrosina no parece haber puesto ningún reparo al principio; pero, a raíz de una entrevista con el santo monje que había orado antes de su nacimiento, empezó a sentir el llamamiento hacia una vida más alta y la despreocupación por las cosas de este mundo.

En señal de ello, Eufrosina se desprendió de sus joyas y las regaló a los pobres; cesó, además, de tratar con jóvenes de su edad y frecuentaba únicamente a ancianas de piedad reconocida; finalmente, se dice que para perder su atractivo dejó de lavarse el rostro "aun con agua fría". Todo ello no pareció haber impresionado gran cosa a su padre, que, sin preocuparse de la hija, partió a un retiro de tres días en honor del santo fundador de un monasterio del que él era bienhechor. En cuanto el padre se alejó, Eufrosina envió a una sirvienta de confianza a pedir una entrevista al santo monje. Cuando Eufrosina confió a éste el llamamiento divino que sentía en su alma, el monje respondió con las palabras del Señor: "Quien no es capaz de dejar a su padre, a su madre, a sus hermanos y todas las cosas por el Reino de los Cielos, no es mi discípulo". Eufrosina manifestó al monje que temía despertar la cólera de su padre y que ella era la única heredera de su fortuna, a lo que el monje replicó que su padre encontraría entre los pobres y los enfermos numerosos herederos.

Vencida su resistencia, Eufrosina pidió al monje que la admitiera en religión, cosa que éste hizo inmediatamente.
Cuando terminó la entrevista y Eufrosina empezó a reflexionar, llegó a la conclusión de que no podría librarse de la ira de su padre en ningún convento de la región, porque éste la descubriría seguramente y la llevaría a casa por fuerza. Así pues, Eufrosina se disfrazó de hombre y huyó de noche, en tanto que su padre se hallaba todavía ausente. Sin saberlo, Eufrosina llamó a la puerta del monasterio que su padre frecuentaba; el superior se maravilló de la juvenil belleza de la visitante. Eufrosina le dijo que se llamaba Esmaragdo y que había formado parte de la corte; que venía huyendo de las diversiones del mundo y de las intrigas cortesanas y que deseaba consagrar su vida a la oración en la paz del
monasterio.
El abad quedó grandemente edificado y aceptó recibirla en el monasterio a condición de que se sometiera a la dirección de un monje antiguo, dada su evidente falta de experiencia en la
disciplina de la vida religiosa.  Eufrosina replicó que no sólo estaba dispuesta a aceptar la dirección de un maestro de perfección sino de muchos. Nadie sospechó nunca que se trataba de una mujer, y Eufrosina hizo grandes progresos en la virtud. No le faltaron dificultades y tentaciones, pero salió triunfante de ellas. Como su belleza y su encanto resultaban una causa de distracción para los otros monjes, necesitaban de sus consejos.  Su fama de santidad y sabiduría se fue extendiendo cada vez más y, al cabo de un tiempo, su padre, desesperado de haberla perdido, pidió permiso de consultar al venerable asceta Esmaragdo, Eufrosina le reconoció, pero él no sospechó que fuera ella, pues su rostro estaba casi totalmente cubierto y las asperezas de la vida religiosa le habían cambiado. Eufrosina le dio gran consolación espiritual, pero no le reveló su identidad, sino muchos años después, cuando se hallaba ya en el lecho de muerte. Al morir Eufrosina, su padre se retiró del mundo y vivió diez años en la celda que ella había ocupado.


Fuentes Consultadas
Vidas de los santos de Butler
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