En el Olimpo, aquel monte que a los griegos tanto impresionaba, al que hicieron hogar de los imperecederos dioses, reinaba sobre todos el tonante Zeus.
Al estilo de un monarca despótico que gobierna sobre su intrigante familia real y sus súbditos.
Mas así no fue siempre: uno de los mitos más extendidos acerca de su origen nos cuenta cómo el dios Cronos (tiempo) fue prevenido por un oráculo que le vaticinó que sería destronado por uno de sus hijos al igual que él destronó a su padre Urano cortándole los genitales.
Esto para un dios de las antiguas tragedias griegas no era pequeña broma y se lo tomaban muy en serio, y más estando en juego su virilidad, tanto que ideó un plan acorde con las circunstancias: se comería uno por uno a todos sus vástagos y es que, a grandes males, grandes remedios, casi tan grandes como el vomitivo que le dio su esposa la diosa Rea y la divina Metis posteriormente, aunque de esto hablaremos después.
Bien, como decíamos se comió uno a uno a los que temporada tras temporada engendraba con Rea, así que cuando ya se hubo despachado a cinco vino el sexto, -si, eran dioses raros pero no trasgredían el hecho que tras el quinto no viene el séptimo-. La divinidad madre ante tal atrocidad y herida en su orgullo materno y femenino decidió engañar al dios soberano y salvar a su retoño, envolvió una piedra en pañales y se la sirvió a su compañero que vorazmente se lo tragó en su doble acepción -véase lo humano que era en panteón griego, tanto que rozaban la estupidez-. Sea por estúpido o por empacho Cronos se olvidó del tema pues ya no tuvo más descendientes con los que alimentarse.
Rea entonces guardó a su hijo en la seguridad de un monte cretense llamado Dicte, al cuidado de los curetes que, entrechocando sus escudos, impedían que se oyera el llanto de Zeus, que así pasó a llamarse.
Alimentado de la leche de la cabra Amaltea y de la miel de la abeja Melisa creció y le llegó el momento en el que destronaría a su terrible padre.
Con la ayuda como se dijo anteriormente de Metis (Prudencia) lograron que Cronos bebiera un vomitivo con lo que no solo devolvió la piedra con sus pañales sino también a los cinco hijos ya creciditos y alimentados en el vientre paterno que eran en este orden: la decorosa Hestia, la rústica Deméter, la celosa Hera, el infernal Hades y el equino Posidón.
Ya que estaba puesto, y temiendo que sus fuerzas no iban a ser suficientes, liberó a los tres cíclopes - por favor no confundir con el bobalicón enamorado de Galatea que se encontró en sus viajes Ulises-; éstos como regalo le dieron el trueno, el rayo y el relámpago, a Hades un yelmo, a Posidón un tridente y... y a ellas... pues nada, dejándose notar aquí la mano de los machistas indoeuropeos relegando a las diosas prehelénicas; pero ese es otro cantar. De esta manera armados destronaron a su padre y se dividieron el poder, Zeus el cielo y la tierra, Hades el mundo subterráneo y posidón el mar.
Y así poco a poco formaron los griegos su Olimpo, con estos dioses más otros que les merecieron tal calificativo: el rápido Hermes, el brutal Ares, el laborioso Efesto, la sensual Afrodita, la prudente Atenea, el racional Apolo y Ártemis la cazadora.
Fuentes Consultadas
Mitologia.com
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