La Cábala, habla del geniecillo que vive bajo tierra y ayuda al rey Salomón en la construcción del Templo de Jerusalén.
Pero de una forma más decidida, es el Talmud, “una compilación de comentarios sobre la ley mosaica” en el cual se lee que tanto animales como plantas están habitados por estas diminutas criaturas.
Por 1040-1105 el ilustre comentador de la Biblia y el Talmud, Rabí Shlomo ben Yitzjak mejor conocido por su nombre abreviado Rashi, le dio al conocido gnomo Shamir la forma similar a la culebra.
Okuninushi, uno de las deidades del Shinto japonés, tras muchas peripecias en su vida, describe a un dios que montado sobre la corteza de árbol navega sobre la cresta de una ola y viene en su ayuda.
Es un enano llamado Sukuna-bikona, el cual cabe en la palma de su mano, cuyo poder es tal, que entre ambos deciden construir el mundo para bien de la humanidad, dedicándose primordialmente a erradicar las enfermedades.
En la mitología del Sudán, los kurumba hablan de del “genio del agua” y del “genio de la tierra”, semejante a Domfé, nomo de los dogones.
Nativos de las costas de Guinea, y como parte integrante de la cultura yoruba, aparecen los duendes güijes.
Las mil y una noches, los cuentos de hadas, Blanca Nieves y los siete enanitos, relatos que nos muestran invisibles seres feéricos, o gente minúscula.
Y así, bajo innumerables nomenclaturas, relatos y anotaciones mitológicas, aparece un contexto que se maneja en dimensiones diferentes a la que fácilmente el hombre puede notar.
Realidades de existencias diferentes, pero no menos ciertas a veces explicadas como espejismos.
Inaccesibles por invisibles más jamás irreales: ¡nos acompañan siempre!
Intangibles a nuestros ojos tridimensionales, las hadas también forman también parte de la gente menuda.
Diferentes a la que imaginariamente se ha creado, conservan su forma promovidas por el visionario Walt Disney, quien evito que cayeran en el olvido.
Amantes de los arroyos, Etéricos, voladoras e idílicas, ostentan capacidades extraordinarias, se deslizan por el viento creando pequeños remolinos.
Con el transcurrir de los tiempos cada grupo de estos seres se dedicó a diversas actividades: unas cuidan los ríos, otras protegen las plantas, y se dice que algunas minimizan los efectos de los terremotos.
Relativamente moderno, ya que data del siglo XVI, y además tan sólo abarca a unos pocos seres de la naturaleza, el término gnomo refiere aquellos que la gente suele confundir con duendes.
Pero fue el alquimista Paracelso, quien a mediados del siglo XVI creó en su Tratado sobre los elementales la palabra gnomo, dándole forma al concepto que señala a estos seres. Son muchas las variedades de ellos, pero a casi todos se les reconoce por ser representados como minúsculos ancianos de largas barbas.
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