24 de noviembre de 2017

San Fermin - Santos



Nacido en Pamplona, hijo, según parece, de Firmo, alto funcionario de la administración romana, llegó a ser obispo de esta ciudad, que le venera como Patrón. Extendiendo su predicación a las Galias, muere mártir de su fe, probablemente hacia la mitad del siglo III. Fiesta: 7 de julio.

«Siete de julio». Cada año por esta fecha, Pamplona respira alegría. Sus calles se llenan de color y bravura. Sus templos rebosan fe y amor: es el día de su Patrón, y los pamploneses, agradecidos, van superándose de año en año en la celebración de su fiesta. Pamplona no podrá olvidar nunca a su hijo preclaro que fue el primer obispo de la naciente cristiandad de la entonces llamada Pompelon: tiene un don demasiado grande que agradecerle, su fe, que hoy es ya esencia del alma navarra.

Cuando Fermín vino al mundo, aún no había cristianos en Navarra. Y Pompelon —punto de confluencia en el trazado de las vías romanas que atravesaban el país— no era una excepción. Entre los habitantes de la pequeña unidad urbana, se encontraban los padres de Fermín —Firmo y Eugenia— que pertenecían a la aristocracia romana que llevaba la administración de la ciudad. La leyenda nos presenta a estos esposos llenos de un profundo espíritu religioso, que, aunque paganos, ofrecían sus dones a los dioses teniendo puesta en ellos su fe. Un día, al dirigirse al templo de Júpiter, para ofrecer sacrificios, se detuvieron a escuchar a un extranjero que estaba predicando la doctrina de un Dios llamado Cristo. Interesados en las verdades que exponía, Firmo y Eugenia le invitaron a su hogar, donde el presbítero Honesto vio por primera vez a aquel niño a quien más tarde prepararía para ser santo. En la intimidad del hogar, las convincentes palabras de aquel apóstol enviado por San Saturnino, obispo de Tolosa, conmovieron a toda la familia de Firmo. Poco después vino el propio San Saturnino en persona, que evangelizó en Navarra a más de cuarenta mil paganos, siendo él quien bautizó a Fermín y a sus padres.
Vuelto San Saturnino a Tolosa, Honesto se dedica con afán a formar al joven Fermín, cuya personalidad había adivinado apenas le vio. A sus diez y ocho años consigue que hable en público, y cause la admiración de todos. Parece que es entonces cuando sus padres le envían a Tolosa, poniéndole bajo la dirección de Honorato, obispo y sucesor de Saturnino. Éste le ordena presbítero y más adelante le consagra obispo de Pompelon, su ciudad natal.

El celo evangélico de Fermín en su tierra navarra corre parejas con el de San Saturnino. No es estéril su labor, y el infatigable misionar del joven prelado por poblaciones y aldeas de su tierra las transforma de paganas en cristianas. Pero su espíritu apostólico necesita ampliar horizontes, y por esto, después de ordenar los presbíteros suficientes para el cuidado de su grey, marcha a las Galias, donde era necesario todo el entusiasmo de su alma ardiente para afrontar las penalidades de la persecución que se estaba allí desplegando. Sin importarle el peligro que ello representaba para su vida, no cesa de dar conocimiento de Cristo. Primero Beauvais, luego la Picardía y finalmente los Países Bajos, oyen la palabra ardiente de Fermín, que en Amiens consigue la palma del martirio, al serle cortada la cabeza en la misma cárcel, a consecuencia de su infatigable predicación de la fe cristiana a todos.
Poco más puede determinarse de la vida de San Fermín, pues la leyenda con que los pueblos quieren ensalzar a sus Santos, hace difícil conocer con más precisión la figura histórica del gran obispo misionero. Pero queda patente su vigor apostólico y su elocuencia que le llevó a dar testimonio de Cristo dondequiera que fuese, hasta hacerse santo por su fidelidad a la llamada de Jesucristo, que le llevó a sellar con su sangre la fe que predicaba.

Historia - Fiesta de San Fermin 




Los orígenes de las fiestas de San Fermín se remontan a la Edad Media y están relacionados con tres celebraciones: los actos religiosos en honor a San Fermín, intensificados a partir del siglo XII, las ferias comerciales y las corridas de toros, documentadas desde el siglo XIV. En los inicios, la fiesta conmemorativa de San Fermín se celebraba el 10 de octubre, pero en 1591 los pamploneses, cansados del mal tiempo, decidieron trasladar la fecha original a julio y hacerla coincidir con la feria. De este modo nacieron los Sanfermines. En su primera edición duraron dos días y contaron con pregón, músicos, torneo, teatro y corridas de toros. Posteriormente se fueron añadiendo otros actos como fuegos artificiales y danzas, y se prolongaron hasta el día 10.

Las crónicas de los siglos XVII y XVIII hablan de actos religiosos junto a músicos, danzantes, gigantes, torneos, saltimbanquis, encierros y toros y de la preocupación del clero por los abusos en el beber y el libertinaje de mozos y mozas. También relatan la presencia de gentes de otras tierras que con sus espectáculos hacían "más divertida la ciudad". Así, durante el siglo XIX hubo curiosas atracciones de feria como la mujer cañón, animales exóticos o figuras de cera, mientras que la Comparsa de Gigantes estrenaba cabezudos, kilikis y zaldikos. Por otro lado, la ausencia del doble vallado en el encierro ocasionó que en numerosas ocasiones los toros se fugasen por las calles de la ciudad.

Con el siglo XX los Sanfermines alcanzaron su máxima popularidad. La novela "The sun also rises" ("Fiesta"), escrita por Ernest Hemingway en 1926, animó a personas de todo el mundo a participar en las fiestas de Pamplona. Además, en este último siglo se incorporaron nuevos elementos como el Riau-Riau, suspendido desde 1991, el Chupinazo, o el programa cultural.


Fuentes Consultadas
Vida de los Santos
Fuentes Citadas
Wikipedia
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