30 de noviembre de 2017

Laura Montoya Upegui - Santos


Esta prolífera escritora, fue siempre directa en su palabra, hasta el punto que no encubrió, sino, por el contrario señaló de modo polémico aquello que la afectaba, y de modo tajante dejaba con nombre propio, al descubierto, a aquel o aquellos que, por una mentalidad atrasada propias del medio y de la época, se encontraron con ella en diferentes momentos de su vida. 
Sin embargo, su fuerte temperamento fue generoso y místico. 
Desde su posición de religiosa la espitirualidad marca la vida de quien emprende, desde su nacimiento, muchas dificultades.

Nace en Jericó, Antioquia, el 26 de mayo de 1874. Dos años después su padre, que se desempeñaba como comerciante y médico, es asesinado. 
Ella reconstruye ese momento del siguiente modo: "Cuando ya grandecita le pregunte a mi madre donde vivía N.N., ese señor que amábamos y que yo creía un miembro de la familia por quien rezábamos cada día, me contesto:";ese fue el que mato a su padre; debemos amarlo porque es preciso amar a los enemigos porque ellos nos acercan a Dios, haciéndonos sufrir". 
¡Con tales lecciones, era imposible que corriendo el tiempo no amara yo a los que me han hecho tanto mal".

Su autobiografía muestra una sorprendente agilidad que la remonta a episodios muy atrás en su existencia: "Otra cosa, rara como quien dice, otro indicio de la fuerza que más tarde habrías (Dios) de desarrollar en mí contra todas las leyes de naturales, fue el que catorce días después de nacida, sin motivo ninguno, estando sola, tirada sobre una cama, volví con un solo movimiento todo el cuerpo; me puse boca abajo y levanté la cabeza, como para buscarlo algo".

En la vida religiosa es conocida como la Madre Laura.  
Vivió en su infancia algunas rarezas, como ella misma llama el hecho de que no lloró al nacer, ni lo hizo hasta los seis meses: Ante esta situación sus padres se preocuparon: "Consultaron un médico, quien después de examinarme halló que la chica tenía una salud completa".

Tuvo una madre muy rígida que la llevó a un estado de inhibición de sus sentimientos: "Mi madre, quizás inconscientemente, presentía el secreto de Dios, pues cuando más tarde lloraba yo las pequeñas contrariedades comunes a todos los niños, me decía: no llores por esto ¡guarda tus lágrimas para que más tarde las derrames por algo digno de ellas! 
Tanta intuición tenía de mi destino, que jamás mimó mis lágrimas: ¡quería hacerme fuerte en todo".

Se desempeñó como misionera, aunque se quejaba por la pesadez de sus movimientos que le impedían agilidad física. 
Esto, sin embargo, no fue óbice para que hiciera estudios profesionales de gimnasia, el profesor se exasperaba y le ponía bajas calificaciones.

Desde sus primeros meses de vida detentaba una especialidad, como ella llamaba a esa extraña condición de comunicar, con un gemido, cuando tenía que efectuar sus necesidades físicas. 
Su madre entendía el mensaje y le quitaba las envolturas para que libre de pañales y ropas, realizara lo que tenía que hacer y quedara tranquila.

Su curiosidad por la naturaleza la llevó una mañana a sentir a Dios. 
Ese momento lo consideró el más bello de su vida. 
Al observar de niña un hormiguero que quedaba a una cuadra de su casa, quedó fascinada con la carga y traslado que hacían de sus provisiones de hojas. 
Les quitaba la carga y se complacía llevándoles hojitas hasta la entrada de su hormiguero en la tierra. 
Así se entretenía hasta que sintió que era herida por el conocimiento de Dios "y de sus grandezas , tan hondo, tan, magnífico, tan amoroso, que hoy, después de tanto estudiar y aprender, no sé más de Dios que lo que supe entonces".

Viene después en su vida una etapa difícil. 
Su madre resuelve regresar a Amalfi, a la casa de sus padres y dejarla bajo la responsabilidad de una tía para que asistiera al Colegio del Espíritu Santo, como externa. La tía que la acoge era tan amarga y de carácter tan fuerte, que la niña le tenía "tal miedo que a cualquier sacrificio me hubiera sometido por no estar con ella. Y a su lado debía vivir".

Encargada la tía de un orfelinato, confía a la niña al cuidado de las huérfanas mayores lo que equivalió a dejarla sola. 
La tía se guardaba los dineros que le enviaba otro pariente para los gastos de colegio y de vestidos, y la trajeaba con las telas que de limosna mandaban los almacenes. 
Las demás compañeras la llamaban la Canaria porque desde un principio la veían llegar con vestidos del color de los canarios, de un color que se usaba en la época sólo para colgaduras.

Ya adulta se desempeñó por nombramiento oficial en las escuelas de Amalfi, Fredonia y Santodomingo y por ello siguió como maestra la carrera de pedagogía donde como dice ella, se dedicó a formar más "el corazón que la cabeza". 
Escribió Autobiografía de la Madre Laura de Santa Catalina o historia de las misericordias de Dios en un alma. 
Sus libros de versos fueron : Destellos del alma, y Versos que llamo desversos. 
Murió en Medellín el 21 de octubre de 1949.

Esta colombiana, declarada beata por el Papa Juan Pablo II en el 2004 y quien se halla en proceso de canonización, autorizado por el Papa Benedicto XVI, podría convertirse en la primera santa colombiana.

20 de diciembre 2012:
"El Santo Padre Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos el decreto por el cual próximamente la beata colombiana Laura de Jesús Montoya será canonizada. 
El anuncio se realizó luego de que el Santo Padre recibiera la mañana de este jueves al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Con este paso, la beata se convertirá en la primera Santa colombiana que fue fundadora de la fundadora de la congregación de las Religiosas misioneras de la Bienaventurada Virgen María y de Santa Catalina de Siena."
El 12 de Mayo de 2013 fue canonizada por El Papa Francisco.




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