Vaga por las noches oscuras de la selva, como alma en pena, unos dicen que es un ave, otros, un brujo o un espíritu del mal, “diablo” que goza aterrorizando a la gente.
Pero nadie lo ha visto, y todos lo reconocen con temor cuando en plena oscuridad lanza al aire un silbido penetrante “fin... fin... fin...” que por instantes se pierde en el monte a lo lejos, pero vuelve a silbar ya sobre el techo de una casa o a la orilla del río.
Todo es tan rápido que la gente solo atina a persignarse o rezar, porque existe la creencia de que cuando silva con insistencia, por los alrededores de un pueblo, anuncia malos presagios y cuando lo hace sobre una casa, enfermedad o muerte.
Burlarse del tunchi o tunche, insultarlo, puede costarle caro al atrevido, ya que lo hará enfurecer y entonces atacará con mayor insistencia, silbando... silbando... lo perseguirá tanto, que hasta el más valiente terminará entrando en pánico, que puede llevarlo a la locura o muerte...
Georgina Elena Palmeyro
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