Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”.
Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena.
Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.
Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias.
Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino.
Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.
También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron.
Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos.
Cuando más tarde debe escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden benedictina.
En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones.
Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha?
Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado...
Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.
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