La extraña tradición de llevar una pata de conejo en el bolsillo para atraer la suerte no nace de este animal, sino de la liebre.
En las regiones medievales de Europa existía la creencia de que las brujas se transformaban en liebres para sorber la leche de las mujeres que habían dado a luz.
Pero cómo nace esta creencia? Antiguamente, las cabras, vacas, cerdos, liebres y otros animales de granja entraban libremente en la casa de sus amos, ya que la familia aprovechaba su calor corporal para protegerse del frío invernal.
Los campesinos criaban liebres para comérselas y las cuidaban con esmero y cariño.
De hecho, por ejemplo, los antiguos britanos pensaban que estos animales eran criaturas mágicas que incluso había que evitar ingerir.
Algunos tratados de la época mencionan que las mujeres embarazadas y durante la época de lactancia acostumbraban a sentarse en un rincón del hogar y ponerse en el regazo uno de estos nobles animales para que las calentara.
A cambio, dejaban que la liebre tomara de su pecho.
La tradición popular; como ya se ha mencionado, aseveraba que durante la caza de brujas, éstas se transformaban en liebres y se colaban en las casas de los campesinos para salvarse del peligro.
Incluso había una manera de reconocer el engaño: si la liebre, una vez atrapada, resultaba difícil de despellejar o cocinar, entonces la bruja se había transformado en animal antes de morir.
La idea de que la pata de liebre trae buena suerte nació de la primitiva creencia de que los huesos de sus patas curan la gota y otros reumatismos, así como los calambres.
Pero, para ser eficaz, el hueso debía tener una articulación intacta.
Por ser tan parecidos, la liebre y el conejo se unieron como frute de las supersticiones relativas a sus virtudes mágicas.
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