«Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos; los semejantes y desemejantes son los mismos; los opuestos son idénticos en naturaleza, difiriendo sólo en grado; los extremos se tocan; todas las verdades, son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.»
El Kybalion.
Las antiguas paradojas, que siempre han confundido la mente de los hombres, quedan explicadas si se comprende este principio.
El hombre siempre ha reconocido algo semejante a este principio y ha tratado de expresarlas con dichos, máximas o aforismos como los siguientes: «Todo es y no es al mismo tiempo»; «todas las verdades no son más que medias-verdades»; «toda verdad es medio-falsa»; «Todas las cosas tienen dos lados»; «siempre hay un reverso para cada anverso», etc.
Las enseñanzas herméticas opinan sobre la diferencia que existe entre cosas aparentemente opuestas diametralmente, que es sólo cuestión de grado.
Y afirma que todo par de opuestos puede conciliarse y que la tesis y la antítesis son idénticas en naturaleza, difiriendo sólo en grado.
La conciliación universal de los opuestos se efectúa reconociendo este Principio de Polaridad.
Ejemplo de este principio pueden encontrarse en todas partes, después de un examen de la naturaleza real de las cosas.
El espíritu y la materia no son más que polos de las mismas cosas, siendo los planos intermediarios cuestión de grados vibratorios meramente.
El Todo y los muchos son los mismos, residiendo la diferencia solamente en el grado de manifestación
mental.
De manera, pues, que la Ley y las leyes son los dos polos de una sola y misma cosa.
Lo mismo sucede con el Principio y los principios, con la Mente infinita y la mente finita.
Si pasamos al plano físico encontramos que el Calor y el Frío son de naturaleza idéntica, siendo la diferencia simple cuestión de grados.
El termómetro indica los grados de temperatura, siendo el polo inferior el llamado «frío» y el superior «calor».
Entre ambos hay muchos grados de calor y frío, pues cualquier nombre que se les dé es correcto.
De dos grados, el superior es siempre más caliente en comparación con el inferior, que es más frío.
No hay absolutamente un tipo fijo: todo es cuestión de grado.
No hay ningún sitio en el termómetro en el que cese el calor y comience el frío absolutamente.
Todo se reduce a vibraciones más o menos elevadas o bajas.
Las mismas palabras «elevado» y «bajo» que nos vemos obligados a usar, no son más que polos de la
misma cosa: los términos son relativos.
Así sucede igualmente con el «Este» y el «Oeste».
Si viajamos alrededor del mundo en dirección al oriente, llegaremos a un punto que se llama occidente, considerándolo desde el punto de partida.
Marchemos suficientemente lejos hacia el Norte y pronto nos encontraremos viajando hacia el sur y
viceversa.
La Luz y la oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos grados entre ambos.
La escala musical es la misma.
Partiendo del sí en adelante llegaremos a encontrar otro sí y así sucesivamente, siendo las diferencias entre los extremos también cuestión de grados.
En la escala del color sucede otro tanto, siendo la intensidad vibratoria la única diferencia que existe entre el rojo y el violeta.
Lo grande y lo pequeño son cosas relativas.
Igualmente lo es el ruido y la quietud, lo duro y lo blando, lo afilado y lo romo.
Positivo y negativo son los dos polos de una misma cosa, con innumerables gradaciones entre ambos.
Bueno y malo no son cosas absolutas; A un extremo lo llamamos bueno y al otro malo, o Bien al uno y Mal al otro, de acuerdo con el sentido que queramos darle.
Una cosa es menos buena que la que le es superior en la escala, pero esa cosa menos buena, a su vez, es mejor comparada con la que tenga el más o el menos regido por la posición que tenga en la escala.
Igual cosa sucede en el plano mental.
El amor y el odio son considerados como diametralmente opuestos, completamente diferentes e
irreconciliables.
Pero si aplicamos el Principio de Polaridad, encontraremos que no existe un amor absoluto o un odio absoluto, diferentes uno de otro.
Los dos no son más que términos aplicados a los dos polos de la misma cosa.
Empezando en cualquier punto de la escala, encontramos «más amor» o «menos odio», si ascendemos por ella, o «menos amor» si por ella descendemos, y esto es cierto, sin importar nada el punto, alto y bajo, que tomemos como partida.
Hay muchos grados de amor y de odio, y existe también un punto medio donde el agrado y el desagrado se mezclan en tal forma que es imposible distinguirlos.
El valor y el miedo quedan también bajo la misma regla.
Los pares de opuestos existen por doquier.
Donde encontremos una cosa, encontraremos también su opuesta: los dos polos.
Este hecho es el que permite al hermético transmutar un estado mental en otro, siguiendo las líneas de polarización.
Las cosas de diferente clase no pueden transmutarse unas en otras, pero sí las de igual clase. Así, pues, el Amor no podrá convertirse en Este u Oeste, o Rojo o Violeta, pero puede tornarse en Odio, e igualmente el Odio puede tornarse en Amor cambiando su polaridad.
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