«La mente así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración.
La verdadera transmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental.»
El Kybalion.
De la astrología ha derivado la astronomía moderna; de la alquimia ha surgido la química y de la sicología mística la sicología moderna.
Mas no debe suponerse que los antiguos fueron unos ignorantes respecto a lo que las escuelas
modernas creen de su exclusiva propiedad.
Las inscripciones grabadas en las piedras y monumentos de Egipto prueban concluyentemente que los antiguos poseían el más perfecto conocimiento acerca de la astronomía, mostrando la construcción de las mismas pirámides una relación estrechísima entre sus designios y su conocimiento de la ciencia
astronómica.
Tampoco debe suponerse que ignoran la química, pues los fragmentos de antiguas escrituras descubiertas muestran que estaban muy familiarizados con las propiedades químicas de los cuerpos.
En una palabra, sus teorías respecto a la física han sido posteriormente verificadas y confirmadas por los últimos descubrimientos de la ciencia moderna, sobre todo en lo que se refiere a la constitución de la materia.
Lejos de ignorar los llamados modernos descubrimientos psicológicos, los egipcios estaban muy
al corriente de todo ello, especialmente en ciertas ramas que ignoran completamente las
escuelas modernas, y sobre todo en «ciencia psíquica», la que tanto está confundiendo a los psicólogos de hoy en día, y haciéndoles confesar al fin que, «después de todo, bien puede haber algo de cierto en ello».
Lo cierto es que, además de la química, astronomía y sicología (esto es, la sicología en su aspecto de función cerebral), los antiguos poseían un conocimiento trascendental de la astronomía que se llamó alquimia y de la sicología trascendental titulada sicología mística.
Y no solamente poseían este conocimiento interno, sino también el externo, siendo este último el único que conocen los hombres de ciencia modernos.
Entre los muchos aspectos y tópicos de conocimientos secretos de los hermetistas se encuentra lo
que se conoce como «transmutación mental», de la que vamos a tratar en este capítulo.
«Transmutación» es el término generalmente empleado para designar el antiguo arte de transmutar los metales, especialmente los de poco valor, en oro.
La palabra «transmutar» significa «cambiar de naturaleza, de sustancia y de forma, convirtiéndose en otra; transformarse en otra cosa» (Webster).
Y de acuerdo con esa definición, «transmutación menta» significa el arte de transformar o cambiar los estados, cualidades, formas, condiciones mentales etc., en otros.
Así que podéis ver que la transmutación mental no es otra cosa que una especie de química mental; y si preferís el término, una forma especial práctica de sicología mística.
Mas esto tiene un significado muchísimo mayor de lo que parece a simple vista.
La transmutación alquímica en el plano mental es tan importante en sus efectos que de ser conocida sería uno de los estudios más importantes para el hombre.
Y esto no es más que el principio.
Veamos por qué.
El primero de los siete principios herméticos es el de mentalismo, que afirma que «el Todo es mente, que el universo es mental», lo que significa que la única realidad que se oculta tras todo cuanto existe es mente; y el universo en sí mismo es una creación mental, esto es, existe en la mente del Todo. Consideraremos este principio en las sucesivas lecciones, pues ahora vamos a estudiar sus efectos, suponiendo que dicho principio fuera cierto.
Si el universo es de naturaleza mental, entonces la transmutación mental debe ser el arte de cambiar o transformar las condiciones del universo, trátese de la materia, de la energía o de la mente.
Así que esa transmutación, no es otra cosa que la magia, de la que tanto han hablado los escritores antiguos en sus obras místicas, pero acerca de la cual daban tan pocas instrucciones prácticas.
Si todo es mental, entonces la posesión del medio que permita transmutar las condiciones mentales debe hacer del Maestro el dirigente y controlador de las condiciones materiales, así como de las operaciones
llamadas mentales.
Es muy cierto que nadie, excepto los alquimistas mentales más avanzados, han alcanzado el grado de poder necesario para dominar las condiciones físicas más densas, tales como los elementos de la naturaleza, la producción y cesación de las tempestades, la producción y cesación de terremotos u otros fenómenos físicos de cualquier clase, pero que tales hombres existieron y que existen es una cosa que no duda ningún ocultista, sea de la escuela que sea.
Los mejores instructores aseguran a sus estudiantes que los Maestros existen, habiendo aquellos tenido algunas experiencias personales que justificaban su creencia.
Estos Maestros no hacen exhibición pública de sus poderes, sino que, por el contrario, permanecen solitarios para poder así actuar y trabajar mejor en el sendero de la realización.
Mencionamos aquí su existencia, meramente para llamar vuestra atención acerca de que sus poderes son enteramente mentales y que operan en el sentido de la más elevada transmutación mental, según el principio del mentalismo de El Kybalion, que dice: «El universo es una creación mental».
Mas los estudiantes y hermetistas de los grados inferiores al de Maestro —los iniciados e instructores— pueden también actuar y obrar libremente en el plano mental.
Todo cuanto llamamos «fenómenos psíquicos», «influencia mental», «mentalismo» etc., son transmutación mental, pues existe un principio único, y nada importa el nombre que se dé a los fenómenos que se produzcan.
El que practica la transmutación mental trabaja en ese plano, transformando condiciones y estados mentales en otros, de acuerdo con fórmulas más o menos eficaces.
Los varios «tratamientos», «afirmaciones», «autosugestiones», etc., de las escuelas mentalistas no son más que esas mismas fórmulas (muy a menudo imperfectas y empíricas), del arte hermético.
La mayoría de los que las practican son unos ignorantes comparados con los antiguos Maestros, porque no poseen el conocimiento fundamental sobre la cual está basada esa operación.
No solamente los estados mentales de uno mismo pueden ser transmutados según los métodos Herméticos, sino que también puede hacerse esto con la mentalidad de los demás y, efectivamente, todos sufrimos transformaciones mentales de cualquier índole, inconscientemente, por lo general, pero a veces conscientemente, cuando comprendemos algo acerca de las leyes y principios que los rigen, y sobre todo cuando los demás ignoran los medios de protegerse a si mismos.
Muchos estudiantes de mentalismo saben que las condiciones materiales dependen de las mentes de los demás, y pueden ser transmutadas y cambiadas de acuerdo con los deseos de la persona que quiere modificar sus condiciones de vida.
Se ha hecho esto tan público hoy en día, que no creemos necesario mencionarlo en detalle, siendo nuestro propósito únicamente el de mostrar la acción de este principio hermético que se oculta tras todas esas varias formas de operar, buenas o malas, porque la fuerza puede ser empleada en ambas direcciones, de acuerdo con el principio hermético de polaridad.
En esta obrita indicaremos los principios básicos en los que se funda la transmutación mental, de tal manera que todos los que la estudien puedan comprender las leyes a que obedecen, y poseyendo así la clave maestra, sean capaces de abrir las muchas puertas
del principio de polaridad.
Ahora procederemos a considerar el primero de los siete principios herméticos, el del mentalismo, el que se explica y desarrolla el axioma de que el Todo es mental, de que el universo es una creación mental, según las palabras de El Kybalion.
Este principio debe estudiarse cuidadosamente, porque él es, en realidad, la base de toda la Filosofía Hermética y del arte hermético de transmutación mental.
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