Para los Aztecas el Perro era el itzcuintli, y representaba la bondad y la mansedumbre.
Otorgaba valor y generosidad, como lo hace hoy a las personas que lo tienen como signo influyente.
Les encanta darse a los demás, hacer obsequios, favorecer hasta a los desconocidos y socorrer a todos los que le piden ayuda.
En especial se comportan de una forma recta y honesta.
Sin embargo, el perro azteca no tenía nada que ver con el occidental.
Era un animal domesticado que no sabía ladrar, se criaba gordo como un cerdo extremeño, disponía de unas patas corta y ...¡terminaba siendo un bocado exquisito para sus amos! En efecto, era consumido lo mismo que el pavo.
Estas dos bestias representaban lo mejor del poco variado corral de los habitantes del México precolombino.
Otra de las costumbres "extrañas" de los aztecas era que acostumbraban a sacrificar un perro sobre el cadáver de su amo, con el único propósito de que le acompañase en los cuatro años que duraba el viaje por el mundo subterráneo hasta llegar ante el "noveno río de los muertos".
Entonces el Perro llevaría al hombre sobre su lomo para ayudarle a atravesar la barrera acuosa; luego, los dos desaparecerían en la nada al haberse ganado el descanso eterno. Los individuos perros son fieles, obtienen una gran prosperidad y pueden regalar con abundancia porque llegan a disponer de muchos bienes.
Tienen una descendencia bastante numerosa y piensan mucho en su futuro dentro de la propia familia. Como estamos describiendo un signo del Norte, hemos de destacar las altas posiciones sociales que puede brindar y los golpes de fortuna que le acompañarán a lo largo de su vida.
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