Así, asistimos a un giro en la historia de la astrología.
En efecto, antes de que la astrología fuera elevada al rango de ciencia en Grecia, tuvo una estrecha relación con la religión y lo sagrado, tanto en las regiones del Oriente Próximo y Medio, que fueron su cuna, como en Egipto.
Pero, como sabemos, los griegos se preocuparon más en
construir su propia identidad cultural, inspirándose en
otras culturas anteriores, que en fundar un imperio,
caso contrario de los romanos.
Así que éstos pronto olvidaron la República en beneficio del Imperio, y los emperadores, empezando por César, comprendieron rápidamente el provecho que podían sacar de la garantía de los astros, que todavía tenían un
carácter divino y sagrado.
En efecto, si los astrólogos podían reconocer en el emperador una misión divina, una predestinación decidida por los dioses, entonces éste era una especie de dios viviente o encarnado,al igual que los faraones en Egipto o los reyes guerreros en Mesopotámia.
Pero en Roma, los sacerdotes caldeos,en lugar de los astrólogos griegos, ejercieron una influencia tan fuerte, desde mediados del siglo II antes de nuestra era, en la mentalidad del pueblo romano que, en un primer momento,fueron expulsados de la ciudad.
Sin embargo, durante el siglo siguiente, la astrología entró en las costumbres y creencias romanas.
Así, hacia el año 50 a.C., mientras la República estaba a punto de desaparecer y el Imperio renacía de sus cenizas, César fue el primero en iniciarse en la ciencia de los astros, que aprovechó en su favor.
Y en la obtención (le los cálculos precisos nació el famoso calendario juliano, elaborado por el astrónomo latino de origen griego Sosígenes en el año 46 antes de nuestra era.
Siguiendo el camino marcado por César, el emperador Augusto, que sería divinizado en. Roma, obligó al senado a votar una ley que prohibía las prácticas astrológicas fuera del poder político.
A partir de aquel momento, el astrólogo acompañaría y aconsejaría exclusivamente al emperador de Roma.
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