Es evidente que ambas distribuciones co-existieron al mismo tiempo.
Por ejemplo, tanto los dioses de los doce meses/zodíaco y los siete son representados en grupos separados en medallones pintados en la misma pieza de Pompeya.
Los siete dioses planetarios también fueron combinados con los signos del zodíaco que generalmente regencian.
Así es como en Pompeya, Júpiter es representado al mismo tiempo como un dios de los meses/zodíaco protegiendo Julio/Leo y como el dios planetario gobernando sobre los dos signos, Sagitario y Piscis.
Los siete dioses planetarios eran relacionados con los doce signos en un grupo de monedas astrológicas emitidas por Alejandría bajo Antonius Pius (137-167 d.C.).
Cada una de las monedas tiene un solo dios planetario combinado con el signo zodiacal normalmente asociado con ese planeta particular.
Los siete también son representados en una alfombra policroma en mosaico de Bir Chana en el Norte de Africa.
Aquí Saturno ocupa el panel central con los seis dioses planetarios restantes en los paneles adyacentes y los signos del zodíaco entre estos y el borde exterior.
El Culto de los doce dioses parece haber sido ocultado luego de la Batalla del Puente Milvian en 312 d.C., en el cual Constantino, inspirado a presentar batalla bajo el símbolo del Dios Cristiano ( una cruz flameante que apareció en el cielo con la inscripción "En esta conquista"), venció a Maxentius, quién presumiblemente tenía de su lado a los dioses de Roma.
Como consecuencia se pensó que el Dios de los Cristianos debía ser el Ser Supremo en quién el bienestar del estado dependía. Constantino, convertido al cristianismo, lo aceptó como tal, y concedió los derechos civiles y la tolerancia a los Cristianos a través del todo el imperio.
Estaba agradecido con el Dios Cristiano por su éxito, y no a Júpiter Optimus Maximus y al resto. De esta manera, Constantino, por necesidad, estableció un nuevo patrono divino para el estado.
El culto tuvo que recurrir al engaño.
Uno de los padres de la Iglesia, Clemente de Alejandría (150-215 d.C) había escrito en Excepta ex Theodota que los apóstoles reemplazarían a los signos del zodíaco, presidiendo sobre el renacimiento como anteriormente los signos habían velado sobre el nacimiento. Los doce olímpicos se dieron por aludidos y se convirtieron en los doce apóstoles.
Para su lugar de entierro, Constantino, que había sido, antes del Puente de Milvian, un ardiente seguidor del Sol Invictus como el dios supremo universal,se hizo construir un mausoleo, que dedicó como Iglesia de los Sagrados Apóstoles.
Su sarcófago fue ubicado en el centro, costeado por los memoriales a los doce apóstoles (también podría considerársele como una representación del Sol rodeado por los doce signos del zodíaco). Tres de los apóstoles tenian estrellas talladas al lado de sus cabezas, lo que tiende a confirmar esta asimilación de los apóstoles con las deidades astrales y el zodíaco.
Tanto si el descarado acto final de Constantino en su lecho de muerte pudiese ser interpretado como una vuelta atrás a la antigua religión pagana, seguramente que no agradó a la recientemente empoderecida Iglesia en Roma. Su sarcófago fue bastante rápidamente sacado de la Iglesia de los Doce Apóstoles, con el pretexto de que el edificio era inseguro (esto ocurrió después de solo un año o tanto de la construcción del edificio, durante el gobierno de su hijo Constantius II), y colocado en una rotonda cerca de la iglesia, lugar donde mas tarde otros emperadores serían también enterrados.
Hubo un renacimiento de la antigua religión pagana durante el breve gobierno de Julián El Apóstata (361-363 d.C.).
Aliado y aconsejado por Neoplatonistas, trajo devuelta a los doce dioses y retiró los privilegios a la Iglesia. Pero esta resurección no sobrevivió a la muerte de Julián.
Luego de esa humillación, la Iglesia Cristiana insistió en que los nuevos emperadores actuaran según sus dictados.
El 8 de Noviembre, 392 d.C., el emperador Theodosius (nacido el 11 de Enero del 347 a.D.), a instancias del Obispo Ambrosio, prohibió completamente la adoración de los dioses paganos (también puso fin a los juegos olímpicos).
Sobrevino una guerra religiosa. En la batalla del río Frigidus el 5 de Septiembre de 394, Theodosius venció a Eugenius y a Arbogast, los líderes de la revuelta pagana.
Mas tarde la tradición cristiana interpretó esencialmente la victoria como un juicio divino: el dios de los cristianos había triunfado sobre los dioses romanos.
Ustedes recordarán que el Di Consentes había sido introducido en Roma seiscientos años antes, cuando la ciudad estaba en peligro de ser capturada por Aníbal.
A partir de ahí, Roma se había elevado a alturas extraordinarias. Ahora los doce dioses eran arbitrariamente destituidos.
Dentro de veinte años Roma yacería en ruinas, saqueada por Alarico y sus visigodos, el último emperador de Roma vivo y en buena salud, viviendo lejos en Constantinopla.
Un acontecimiento relacionado a ello fue el procesamiento del priscilianismo. Prisciliano fue uno de los primeros obispos cristianos que fue desacreditado por haber sido el primer herético que recibió la pena capital. Fue ejecutado en el año 385. La doctrina poco ortodoxa que fundó, que incluía la creencia en que los signos del zodíaco estaban bajo el patrocinio de los doce patriarcas, perduró hasta el año 561 o 563.
En uno de estos años el Concilio de la Iglesia en Braga, España, pronunció un anatema, una prohibición eclesiástica formal o excomunicación, contra el Priscilianismo y específicamente incluía a cualquiera que considerase a los signos del zodíaco como estando bajo el patrocinio de los doce patriarcas. Con esta denuncia formal de la herejía de la creencia pagana en la cristianización de los dioses olímpicos como protectores del zodíaco, desaparecieron los dioses de los meses y del zodíaco de 2000 años de existencia.
El neoplatonismo aceptó los doce dioses, para ellos los dioses olímpicos controlaban el universo. Como el nombre lo implica, esto fue un renacimiento del platonismo, que ocurrió en el tercer siglo d.C. Los neoplatonistas continuaron a florecer hasta el quinto siglo, pero su academia fue cerrada en el 529 d.C. por el emperador Justiniano, poco antes del Concilio de Braga. A partir de entonces la doctrina se fue desapareciendo en la forma de un agnosticismo místico.
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