Los antiguos pueblos del Asia y el Lejano Oriente - posiblemente por su dureza - que hace que pueda rayar y penetrar en cualquiera otra materia- han relacionado el Diamante con el rayo por su poder incisivo y destructor.
También lo han asociado con la permanencia y la inalterabilidad, y con la resistencia a los agentes
atmosféricos.
Estas características, ligadas al concepto de la indefinicion y la indeterminación, llevan a la identificacion del Diamante con la esencia de la Naturaleza y de la trascendencia, asociándose incluso con el propio Buda.
En antiguos escritos del Budismo, se expresan estas cualidades, por ejemplo, en uno de ellos se lee:...
"aquello que no crece ni decrece el el Diamante."
En la India Occidental se consideraba el Diamante como el resultado perfecto de un proceso de formacion comenzando en un embrión mineral nacido de la tierra, que luego de pasar por varias fases -entre ellas la de cristal- alcanzaba en su etapa final la madurez como piedra preciosa.
En el Cercano Oriente y en Europa, los alquimistas atribuyeron al Diamante propiedades asociadas con la perennidad y la inmortalidad, y opuestas al desgaste y la caducidad, identificandolo en muchos casos con la "piedra filosofal".
Algunos estudiosos de la Simbología observan que para varias culturas, el Diamante es emblema de solidez, reflexion y voluntad, opuesto a la sensualidad, las debilidades y las bajas pasiones.
En Europa Occidental, desde la Antigua Roma nacen tradiciones que atribuyen al Diamante propiedades mágicas, protectoras contra enfermedades, venenos y maleficios.
En el medioevo, se acentúan los significados emblemáticos y esotéricos, empleandose como talismán o amuleto para protegerse de todo tipo de males, de duendes, brujas y moustros, y aun de seres reales, como enemigos o animales feroces.
La importancia dada en Europa medieval y renacentista a esta piedra preciosa, se evidencia por su abundante representacion en pinturas e iconografías.
En la divisa de la familia de los Medicis, mecenas de Florencia, aparece como emblema el Diamante, y se supone que fue incorporado como símbolo de solidez, durabilidad y poder.
En varios cuadros y frescos del Renacimiento se observa que las figuras, especialmente la de dioses
mitológicos de la antiguedad, ostentan alhajas, diademas cuyo principal componentes son los Diamantes.
Por las características de las representaciones y la idiosincrasia atribuida a los dioses, se puede considerar que el valor simbólico de la piedra preciosa en esas pinturas esta relacionado con la entereza, el coraje, la fidelidad, la justicia y otras virtudes afines.
El Europa oriental y -como continuidad de las tradiciones de la antiguedad- se ha atribuido al Diamante la propiedad de ser un moderador de los impulsos instintivos y sensuales.
El investigador J.Chevalier dice, por ejemplo, que todavía a fines del siglo pasado había en algunos poblados la creencia de que el Diamante "impide la lujuria y favorece la castidad."
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