Antes de terminar el Rosario sintieron un viento fuerte y al mirar, notaron una luz extraña a lo lejos sobre el valle.
Mientras la observaban, la luz se acercaba más y más hacia el sitio donde ellos estaban arrodillados y finalmente, vino hasta la misma entrada de la cuevita.
Ahí la luz tomó la forma de un muchacho joven como de quince años.
"No teman" dijo la criatura de la luz, "Yo soy el Ángel de la Paz, recen conmigo." Luego, postrándose con su frente tocando el suelo, le enseñó a los niños la oración que dice lo que está mal en el mundo hoy en día.
Esta es la oración que el Ángel de la Paz le dio a los niños de Fátima: "Dios mío, Os creo, Os adoro, Os confo y Os amo. E imploro perdón por los que no Os creen, Os adoran, Os confian y Os aman". Trés veces consecutivas el Ángel repitió la oración, una oración en la cual, el cielo pide que de la tierra suban oraciones de Fe, Esperanza y Amor -- los tesoros que todos recibimos en el bautismo. "Recen así", dijo el Ángel cuando se retiraba. Los corazones de Jesús y María están atentos a vuestras súplicas."
Dos veces más en el verano de 1916 el Ángel visitó a los niños. La segunda vez que vino, los niños estaban jugando cerca del pozo detrás de la casa de Lucía. De pronto, sin avisar, apareció preguntando: "Que hacen? Recen, recen sin cesar; ofrescan oraciones y sacrificios al Todopoderoso. " Lucía confusa por las palabras, se atrevió a preguntar: "Pero cómo -- cómo debemos sacrificarnos?" A lo que el Ángel contestó: "En todo lo que hagan ofrezcan un sacrificio a Dios para pagar por los pecados que le ofenden, sobre todo, acepten con sumisión los sufrimientos que Dios les vá a mandar."
Más tarde en el valle, las niñas se lo explicaron a Francisco quien había visto el Ángel pero no pudo oir su voz.
"Pero como debemos sufrir?" dijo Francisco, "No estamos enfermos.
Tenemos suficiente para comer y un sitio para vivir." Pero pronto aprendió su significado, cuando su hermano mayor se enlistó en el ejercito pelfando de la segunda guerra mundial.
Igualmente la pequeña Jacinta se deprimió por la preocupación en su hogar y los cuentos de muerte en el campo de batalla, igual al problema en la familia de Lucía, cuando su padre comenzó a gastar todo su dinero en las tabernas, y extendía sus bracitos y lloraba diciendo; "Señor, Os ofrecemos todos estos sufrimientos para la converción de los pecadores." Entonces empezaron a comprender el significado de sufrir y el gran misterio del pecado.
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