En la constitución del panteón de las religiones afro-brasileñas, el sincretismo (término acuñado por Herskovits) desempeñó un papel fundamental.
Históricamente, la asociación entre los dioses de las distintas etnias de negros ya ocurría antes de su llegada a Brasil.
Entre las causas de esa asociación están las semejanzas existentes entre el concepto de orixá de los yorubas, de vodum de los jejes y de inquice de los bantúes.
Todas esas divinidades eran vistas como fuerzas espirituales humanizadas, con personalidades propias, características físicas y dominios naturales.
Además, algunas de estas divinidades vivieron en la tierra antes de convertirse en espíritus divinos. La posibilidad de que las divinidades se encarnasen en los devotos para que pudiesen bailar y recibir homenajes fue otra de las características que aproximó estos cultos.
Por otro lado, existían también ciertas semejanzas entre los dioses africanos y los santos católicos, personas que fueron santificadas en función de sus vidas en la tierra, marcadas por la virtud, la valentía, el heroísmo, la resistencia al dolor, el sufrimiento… etc.
Además, estos santos eran considerados intermediarios entre los hombres y Dios.
Esas semejanzas entre los dioses africanos, los santos católicos y las divinidades indígenas, dio origen a los sincretismos.
Además podríamos pensar que en el Candomblé se produjo igualmente un proceso de multirreligiosidad.
Pasemos ahora a estudiar brevemente algunas de las semejanzas entre los dioses africanos y los santos católicos.
Dioses Africanos y Santos Católicos:
Oxalá: Es el orixá de la creación. Fue él quien modeló con barro el cuerpo de los hombres y Olodumarê (Ser supremo) quien sopló para darle vida.
El culto a Oxalá está relacionado con la devoción católica a Jesús, hijo del creador y salvador de los hombres en la tierra. Ejemplo de este sincretismo entre Jesús y Oxalá es la fiesta del “lavagem da Igreja do Senhor de Bonfim”, en Salvador de Bahía.
Exu: Es el orixá mensajero entre los hombres y los dioses y una de las figuras más polémicas del Candomblé.
Desde su origen en África, está asociado al poder de fertilización y a la fuerza transformadora de las cosas.
Nada se hace sin su permiso. Entre los objetos que lo representan está el ogó, instrumento de
madera esculpido en forma de pene y adornado con calabazas y conchas que representan los testículos y el semen.
Espíritu justo pero vengativo, Exu no hace nada sin obtener algo a cambio.
El día de Exu es el lunes, día de las almas en el calendario católico y su comida preferida es el gallo, la farofa de dendê, la pimienta y la cachaça (un digestivo muy fuerte).
El culto a Exu era visto como demoníaco por la iglesia y la asociación de esta divinidad con el demonio hizo que en algunas ocasiones, se representara con cuernos, rabo y patas de cabrito
en lugar de manos.
Ogum: Es el orixá de la guerra y del fuego.
Sus símbolos son la espada y herramientas como la azada y la pala.
Sus virtudes para el combate lo aproximan a los santos guerreros como San Antonio y San Jorge.
Oxóssi: Es el orixá de la jungla, en la que caza para alimentarse.
Es una de las divinidades más populares del Candomblé.
En Bahia, Oxóssi se relacionó con San Jorge, cazador de dragones.
En Rio de Janeiro, se asoció con San Sebastián, quizá por el martirio del santo.
Sus símbolos sagrados son el ofá (arco y flecha) y el eruquerê (un látigo hecho con rabo de buey).
Obaluaiê: Es el terrible orixá de las epidemias y de las enfermedades contagiosas de la piel.
Obaluaiê tiene en su propio cuerpo las marcas de las enfermedades que anuncia.
Por esta razón se viste con un sombrero en forma de manto hecho de paja que le tapa casi por completo.
En Brasil, el culto de Obaluaiê se revistió de una gran seriedad y temor debido a los poderes que le
son atribuidos, como curar o expandir la peste.
Su sincretismo más frecuente fue con San Lázaro, ya que este santo tiene el cuerpo cubierto de yagas, y con San Roque, santo que dedicó su vida a cuidar a los enfermos de peste.
Para obtener la protección de Obaluaiê y de San Lázaro en Salvador de Bahía, en las iglesias de este santo, todos los lunes, los devotos del Candomblé acostumbran a tirar al suelo palomitas, alimento preferido de Obaluaiê y que recuerda las marcas dejadas por la varicela en su cuerpo.
Ossaim: Es el dios de las hojas, de las hierbas y de los medicamentos hechos a partir de éstas.
Su dominio es el mismo que Oxóssi, la jungla.
Por la importancia litúrgica que tienen las hojas en el candomblé (en el culto a los orixás, en la
preparación de los baños rituales…) y por sus poderes medicinales, el culto a Ossaim desempeñó un papel fundamental en el desarrollo del Candomblé.
Como se piensa que es una divinidad que posee sólo una pierna, se le asoció con algunos “encantados” de los mitos indígenas.
El sincretismo de Ossaim en el catolicismo es muy variado.
Puede ser San Benedicto, San Roque o San Jorge.
Xangô: Este orixá, en su vida en la tierra, fue rey de Oyó, una de las principales ciudades de lengua yoruba.
En los mitos aparece como señor del rayo y del trueno y echa fuego por la boca.
Su símbolo es el hacha de dos hojas y a veces lleva una corona mostrando su condición de rey. Se le asoció a San Jerónimo, ya que se le representa como un anciano imponente sentado alrededor de sus libros y bajo sus pies aparece un león, símbolo de la realeza entre los yorubas.
Oxum: Es la diosa yoruba del agua dulce, de los lagos, de las fuentes y de las cascadas. En África, está relacionada con la fertilidad de las mujeres y con la riqueza, ya que es por la descendencia que se garantiza la continuidad de las familias y la subsistencia de las comunidades.
Por esto, en Brasil, su culto se unió al de la devoción católica a Nuestra Señora de la Concepción.
Iemanjá: Es la diosa de las aguas y está considerada la madre de todos los orixás.
En Brasil se le rinde culto principalmente en el mar, y se le asocia a otros espíritus de las aguas, de origen indígena.
De ahí que a veces se le llame Reina del mar, Madre de agua, Sirena, Janína… etc.
Es costumbre que durante la fiesta de Iemanjá, los devotos lleven flores, perfumes y otros presentes al mar.
Esta fiesta reúne a millares de personas y se realiza desde el siglo XIX en playas, diques, fuentes y lagos a lo largo de todo el litoral brasileño e incluso, en varias ciudades del interior. Debido a la relación de Iemanjá con la maternidad, su culto en Brasil se asoció a Nuestra Señora.
En Bahia y en Río Grande del Sur la fiesta de esta diosa tiene lugar el 2 de febrero, día de Nuestra Señora de los Navegantes.
En Rio de Janeiro y San Paulo el culto se realiza el 8 de diciembre, día de Nuestra Señora de la Concepción, y el 31 de diciembre, ya que se piensa que el agua traída por Iemanjá tiene fuerzas
benéficas que ayudan a tener un nuevo año positivo.
Hace dos años tuve la suerte de encontrarme en Salvador de Bahia el 2 de febrero por lo que pude asistir a la fiesta de Iemanjá.
La recuerdo como una fiesta muy bonita ya que el lugar donde se hacía era precioso (una playa de
Salvador situada en Rio Vermelho).
Me llamó la atención la estética de la fiesta, casi poética: barcas blancas llenas de flores, perfumes, aceites, cremas, maquillaje, espejos, velas encendidas… que después de llenarse con las ofrendas
de los fieles, las echaban a la mar hasta casi perderlas en el horizonte.
Reconozco que desconocía la fuerte relación de la fiesta con el Candomblé pero, a pesar de todo, sí que pude percibir el ambiente místico se respiraba.
Iansã u Oyá: La diosa yoruba de los vientos, los rayos y las tempestades, dominio que divide con su marido Xangô.
El culto a los muertos y la devoción a las almas también se relacionan con esta diosa.
En el sincretismo afro-brasileño, Iansã fue asociada a Santa Bárbara que provocó la furia de su padre al convertirse al catolicismo.
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