Luego llegaron los avances técnicos, la civilización, el ruido y las carreteras.
Poco a poco el hombre se fue alejando de la naturaleza, y también de las hadas, que se vieron obligadas a refugiarse en otros lugares.
Así, unas asentaron sus reinos bajos las colinas o dentro de cuevas, otras construyeron palacios de cristal bajo los ríos o en el interior de los océanos, otras se escondieron en las fuentes, otras entre los bosques, separando su mundo del de los hombres y rompiendo paulatinamente toda comunicación.
No tuvieron mal gusto las hadas para ir a refugiarse, pues escogieron el norte de Europa, sobre todo las costas y lagos escoceses, las colinas irlandesas, los bosques daneses, incluso zonas del norte de Francia.
Con esto no quiero decir que no las podamos encontrar en otros lugares, sólo que la mayoría de los relatos de hadas se sitúan en estas zonas.
Un precioso relato irlandés nos describe las colinas en las que vivía un rey elfo
Hace muchos años un rey elfo se quedó prendado de la joven Ethna, según decían todos la muchacha más hermosa de la tierra.
La muchacha vivía feliz en Irlanda, donde preparaba con ilusión su boda con un elegante noble.
Todos los amigos y conocidos de la joven acudieron a la fiesta que celebraron la noche de su boda y contaron que ella y su marido bailaban en el salón regalándose tiernas miradas.
La casa estaba adornada con guirnalda de colores y miles de luces iluminaban el salón.
Ethna sonreía a su marido mientras bailaba, pero de pronto, un torpe traspiés dio con la joven al suelo. Se formó un gran revuelo y todos rodearon a la novia, pero ésta no volvía en sí.
Su marido, muy preocupado, la tomó en sus brazos y se la llevó a su alcoba, donde pasó toda la noche poniéndole paños mojados en su frente.
A la mañana siguiente, con el primer rayo de sol, la joven despertó.
- ¡Qué extraño sueño he tenido! Vivía en un hermoso palacio donde era muy, muy feliz. Muchas personas me rodeaban y yo era la dama de un importante rey.
Ethna intentó levantarse, pero no pudo.
Intentó hablar, pero tampoco pudo.
Ante los ojos atónitos del marido cayó en un profundo trance del que nadie lograba despertarla.
Su marido llamó a los mejores médicos y pronto acudieron a su alcoba, pero ninguno consiguió dar con la cura.
La joven respiraba bien, incluso parecía en paz, pero nunca despertaba.
Una noche, en un descuido del marido, Ethna desapareció.
El joven noble estaba como loco y no paraba de viajar buscándola por todas partes.
Un mes después de su desaparición, camino de un pueblo cercano en el que se decía que había un bosque milagroso, escuchó un rumor entre las hojas:
- Finvarra parece que ha encontrado pareja.
Dicen que ha raptado a la joven mortal más hermosa que ha encontrado y que sólo ha dejado su cuerpo.
Si su marido supiera que podría liberarla cavando la tierra hacia el interior hasta dar con el palacio de Finvarra, que se esconde en el interior de esta colina, seguro que Finvarra no estaría tan contento como está.
El marido no podía caber en sí de gozo. Regresó a casa y llamó a algunos amigos suyos.
Les contó lo que había oído y les pidió que le ayudaran a rescatar a su esposa.
Una hora después cinco hombres cavaban la tierra hasta hacer un enorme agujero.
Luego llegó la noche, y el cansancio, y tuvieron que dejarlo para continuar a la mañana siguiente.
Pero la mañana guardaba una sorpresa: la tierra estaba intacta, como si nunca hubieran cavado.
De nuevo empezaron los cinco amigos a cavar, y de nuevo llegó la noche, y el cansancio, y descansaron.
A la mañana siguiente la tierra volvía a estar intacta, como si nunca nadie hubiera cavado.
Todos estaban desanimados, y el marido más triste que ninguno, ¿para qué cavar si no servía de nada? Agotados por el esfuerzo se echaron sobre la hierba para descansar.
Un rumor sonó de nuevo entre las hojas:
- Finvarra es muy poderoso y puede volver la tierra a su sitio.
Pero la sal es aún más poderosa que Finvarra.
Y el noble tuvo una idea.
Pidió a sus amigos que le dieran una nueva oportunidad, y todos cavaron hasta el atardecer.
Cuando empezaba a anochecer descansaron y el joven echó sal sobre el agujero.
A la mañana siguiente todo estaba como lo habían dejado, con un agujero en la tierra.
Esto les alegró y les animó a seguir cavando todo el día.
Tres días enteros estuvieron cavando, y cada noche echaban sal. Al cuarto día uno de ellos gritaba:
- Escucha, aquí ya no hay tierra, golpeo con mi pala y suena como si retumbara, creo que estamos a punto de llegar a su castillo.
En ese momento una voz grave rugió en la colina, aunque ninguno pudo ver de dónde salía la voz.
- Deteneos, coged vuestras palas y volved a vuestras casas.
Os prometo que si no continuáis cavando, esta noche Ethna regresará a su casa.
Los hombres asintieron.
Sabían que Finvarra les decía la verdad, porque si una pala humana tocaba con su hierro el palacio, éste se destruiría.
Todos esperaban que oscureciera.
Cuando se puso por fin el último rayo de sol vieron a lo lejos que se aproximaba un caballo.
Era Ethna, más hermosa que nunca, más radiante aún que la noche de su boda.
Su marido la abrazaba y la besaba, pero Ethna no hablaba, y el joven pensó que sería del cansancio.
Pasaron los días, y los meses, y hasta un año, y Ethna seguía sin hablar.
Un año y un día después de su regreso, cuando los dos paseaban alegres por el campo, el marido escuchaba un nuevo rumor:
- Finvarra devolvió a la muchacha, pero se quedó su corazón.
En su vestido oculta un pasador encantado que la une todavía a Finvarra.
Si logran encontrar el pasador, desatarlo, prenderle fuego y arrojar las cenizas ante su puerta, se romperá el encantamiento y Ethna volverá a ser de nuevo mortal.
Y así lo hizo.
Cuando se hizo de noche y su mujer dormía, miró el vestido de su mujer y encontró escondido entre sus pliegues un hermoso pasador de oro. Le quitó el pasador, le prendió fuego y arrojó las cenizas ante su puerta.
A la mañana siguiente la hermosa Ethna despertó, sonrió a su marido y le dijo:
- Me siento como si hubiera dormido durante muchísimos meses.
- ¿Estás bien? - le preguntó su marido.
- Sí, ¿por qué me miras así de extrañado?
Había olvidado todo lo que había vivido en el otro mundo.
Cuentan que Ethna y su marido siempre fueron felices y que nunca más Ethna volvió a sufrir nada extraño.
No faltan los testimonios que aseguran la existencia del País de las Hadas.
Frente a las costas de Gales, cuentan los marineros que existe un reino famoso por sus palacios de cristal, conocido como la Isla de Cristal.
Este lugar de gran belleza dicen que sólo se puede apreciar desde los barcos, porque su visión aparece y desaparece entre la niebla.
En muchos relatos la localización queda mucho menos definida.
En algunas zonas de Irlanda se asegura que, en ocasiones, una neblina oculta ciertas zonas del bosque y, si uno se fija con atención, puede estar asistiendo a un cortejo de hadas, presenciando su desfile, especialmente algunos días del año, como la Noche de San Juan.
Esa noche abundantes testimonios afirman que han presenciado una cabalgata.
Primero escucharon las músicas de los festejos, detrás un séquito de caballos pasaba ante sus ojos y, a través de la neblina, veían a estos seres que aparecían y desaparecían, todo rodeado de una luz muy suave.
De repente la neblina se disipaba y estas imágenes desaparecían de la misma manera que aparecieron.
Otros relatos vienen a insistir, sin embargo, en la existencia de un mundo paralelo al nuestro, como si hubiera otro mundo en nuestro propio mundo, pero en otra dimensión.
En estas narraciones se cuenta cómo un ser mágico le pide a un mortal que lo siga y éste obedece. Empiezan a cruzar las calles del pueblo, pero de pronto, y ante la sorpresa del mortal, se encuentra en lugar desconocido, en el que nunca había estado antes.
Pero hay un lugar, la Isla de Avalon, donde muchos relatos insisten que se encuentra el País de las Hadas. Avalon, en galés Avallach, significa tierra de las manzanas.
En gran cantidad de leyendas célticas, y en especial las artúricas, era una isla mítica.
Para los celtas ésta era una isla paradisiaca, sobrenatural, invisible para los ojos de los mortales, donde no había llegado aún la tradición cristiana y en la que los sacerdotes eran especialistas en artes curativas y mágicas.
En la isla de Avalon, o isla de las manzanas, no existía el tiempo, la enfermedad, el frío, el sufrimiento o el dolor.
Las manzanas simbolizaban la eterna juventud y el lugar que aguardaba a los héroes, por eso éste fue el sitio elegido por el rey Arturo como residencia y al que llegó mortalmente herido antes de morir. También cuenta la tradición que en este lugar se encuentra el cuerpo incorrupto de José de Arimatea, que llegó allí con el Santo Grial.
La isla de Avalon es la isla de las hadas; la isla donde se refugió Morgana huyendo de la corte; la isla en la que se forjó Excalibur, la espada del rey Arturo; la isla en la que vivía Elaine de Corbenic, la madre de Galahad, único caballero que alcanzó la posesión del Grial, y donde también vivía Nínive, encargada de educar a Lanzarote.
Allí llegó Arturo mortalmente herido, y allí lo recibieron las tres mujeres, llorosas y vestidas de negro, que le hicieron los honores. Allí, el lugar mítico del País de las Hadas.
Sea este lugar o cualquier otro, las crónicas, relatos y leyendas coinciden en describirlo como un sitio parecido al nuestro, con islas, bosques, mares, lagos, fuentes, colinas, cuevas, pero habitados por seres con apariencia humana con reglas y poderes diferentes.
A estos seres con apariencia humana y que no lo eran, coincidieron en llamarlos hadas o ninfas, duendes o elfos, o simplemente “ellos”, y al lugar lo llamaron “El País de la Eterna Juventud”, “el Reino de las Hadas” o “el Otro Mundo”.
También contaron que allí descubrieron a humanos, niños y mujeres que habían sido raptados, niños que por curiosidad habían llegado allí, gaiteros que los acompañaban con la música, hombres atraídos por las bellas mujeres.
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