Los dioses se reúnen para planear un nuevo día, deciden que uno de ellos debe sacrificarse para llevar el sol a cuestas. Designan a Tecucíztécatl, dios hermoso y rico, y a Nanahuatzin, el dios buboso para que sean los encargados de tan preciada misión.
Los dos preparan sus ofrendas, ayunan mientras los otros dioses preparan el fuego de la "roca divina".
Tecuciztécatl ofrenda objetos preciosos, obsidiana, puntas de oro que simulan espinas del maguey, ramas de coral que simbolizan su sangre, incienso, jade y piedras.
Nanahuatzin ofrenda cañas, plantas medicinales, ocote y sangre que saca de su cuerpo que hieren verdaderas puyas de maguey. Cada uno hace penitencia en el monte que les han construido (las pirámides del sol y de la luna).
A media noche los dioses se reúnen alrededor del fuego divino y esperan.
Tecuciztécatl se adorna con rica capa y penacho con las divinas plumas de quetzal.
Piden a Tecuciztécatl que se lance al fuego, al intentarlo, tiene miedo.
Tantea tres veces sin poder.
Así que llaman a Nanahuatzin, le ordenan que se arroje a las llamas.
Lo hace decidido, sin vacilar.
La actitud de Nanahuatzin hace reflexionar a Tecuciztécatl quien se avergüenza de ser cobarde y se tira al fuego.
En esos momentos un águila baja a la hoguera y un ocelote brinca a las cenizas cuando casi se apagan. Es la razón por la que el águila tiene plumas negras y el ocelote manchas.
Los dioses esperan a que salga el sol en algún lugar del cielo. Llega de oriente, se pinta de rojo y da calor y luz. Este sol esplendoroso es Nanahuatzin.
Después llega Tecuciztécatl.
Los dioses se preguntan; ¿qué hacer con dos soles que brillan igual? Uno de ellos toma un conejo y lo arroja al rostro del segundo astro que queda opaco y se convierte en la Luna.
Fuentes Consultadas
Mitologia.Com
Siguiente
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu Comentario