Era hijo de un afamado músico quien le transmitió sus dotes para el arte musical.
Támiris, que destacaba en belleza y en el canto al son de la cítara, compitió con las Musas en un certamen musical, llegando al acuerdo de que, si resultaba vencedor, podría unirse a todas, pero si por el contrario era vencido, ellas podrían privarle de lo que desearan.
Las Musas resultaron vencedoras y le privaron de los ojos y de su arte con la cítara.
Cuentan las leyendas que Apolo, ante la competencia del artista, se dedicó a lanzar infundios para desacreditarlo.
Esto fue la perdición de Tamiris, condenado por las Musas, que no admitían superiores en ningún plano de la creación artística, a perder la vista, el habla y la memoria.
De este modo Apolo se quitó de en medio a un peligroso rival.
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