Toda enfermedad física responde a un desequilibrio que también afecta la mente, las emociones y el alma; por eso al meditar para tranquilizar los pensamientos y entrar en contacto con la divinidad la sanación orgánica se hace posible.
Si bien el simple hecho de meditar unos minutos diarios es de por sí curativo, cuando una enfermedad determinada nos aqueja es muy beneficioso visualizar el órgano o el sector del cuerpo dañado y enviarle rayos de luz blanca para purificarlo, de luz roja para energizarlo o de luz azul en casos de fiebre, inflamación e infección.
La luz verde contribuye siempre a la curación física, y la anaranjada actúa sobre aquellas enfermedades que tienen su origen en el campo espiritual.
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