Los egiptólogos suelen dar el título de «El Libro de los Muertos» a las ediciones de la obra más amplia, elaborada en la dinastía XVIII y siguientes, pero, en esta introducción, este título incluye el cuerpo general de los textos que hacen referencia al enterramiento de los muertos y a su nueva vida
en el mundo que está más allá de la tumba.
Se sabe que existieron ediciones revisadas de estas obras y que los egipcios las usaron
aproximadamente entre el año 4.500 a. de C. y los primeros siglos de la era cristiana.
Mientras una sola necrópolis egipcia permanezca inexplorada y sus inscripciones no hayan sido traducidas, el hogar, origen e historia temprana de la colección de antiguos textos religiosos que han llegado a nosotros —que hasta el presente son desconocidos— y todas las teorías al respecto, por más apoyadas que parezcan estar por hechos confirmados, deben clasificarse con todo cuidado únicamente como teorías.
Sólo el posible descubrimiento de inscripciones pertenecientes a las primeras dinastías del Primer Imperio podrá decidir si estas obras fueron compuestas por los habitantes de Egipto, que las
registraron en caracteres jeroglíficos y nos dejaron los monumentos (las únicas fuentes de información fiables a este respecto), si fueron llevadas a Egipto por los primeros emigrantes del continente asiático o si se trata de libros religiosos de los egipcios incorporados a los textos funerarios de algunos primitivos pobladores de las riberas del Nilo.
Las pruebas derivadas de la enorme cantidad de nuevos materiales que debemos a los importantísimos descubrimientos realizados por M. Maspero de las tumbas mastaba y de las
pirámides, así como su publicación de los primeros textos religiosos, prueban más allá de toda duda que la mayor parte de los textos comprendidos en el Libro de los Muertos son muy anteriores al periodo de Mena (Menes), el primer rey histórico de Egipto.
Ciertamente, algunas secciones parecen pertenecer a una época indefinidamente remota y primitiva.
Vulgarmente conocido como “Libro de los Muertos”, nombre que se atribuye al pionero egiptólogo alemán Karl Richard Lepsius, que en 1842 publicó la traducción de algunos textos de otros papiros con el título de : “Das Todtenbuch der Ägypter nach dem hieroglyphischen Papyrus in Turin”, popularizando el término, no solo porque dichos textos y papiros se encontraban en el entorno de los sarcófagos, sino principalmente debido a que venía siendo utilizado por los saqueadores de tumbas desde tiempos remotos, que los llamaban “Kitab al-Mayitun”, en árabe, que significa “Libro del difunto”, precediendo a los descubrimientos europeos, extendiéndose ese nombre a todo rollo de papiro encontrado dentro de las tumbas.
Se trata de una coleción de textos o de un compendio de indicaciones, en forma de guía o manual, para uso exclusivo de un determinado difunto, con el fin de que pudiera atravezar el inframundo, sorteando los peligros que allí le esperaban, y estar preparado debidamente para enfrentar el tribunal de los Dioses, para de ese modo alcanzar la luz del día en la vida eterna.
Está compuesto por una colección larga e intrincada de fórmulas mágicas, claves, conjuros, hechizos, encantamietos, himnos, letanías, oraciones, alabanzas, nombres propios y combinaciones de números, que ayudaban al Alma, Corazón del difunto a despertar de la muerte, reencontrarse con su cuerpo y volver a ganar control sobre si mismo, además de infundir movimiento a estatuillas de guardias y sirvientes que lo ayudarán y defenderán, para luego enfrentar, dicernir y resolver correctamente cada una de las diversas situaciones que se le irán presentando, sorteando grandes peligros, tratando de no errar el camino para llegar a la sala de la Doble Maat, o de las Dos Verdades, en donde se llevará a cabo el acto del pesado de su Alma, Corazón, instancia conocida como el Juicio de Osiris, tras el cual, de salir airoso, quedar habilitado para vivir eternamente en el más allá junto a los Dioses.
En proximas entradas Veremos
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