En el capítulo 125 del Libro de los Muertos se expone el conjuro que debía utilizar el espíritu para poder acceder a la Sala de la Justicia y prestar adoración a Osiris presidente del Tribunal de los Muertos.
El difunto tenía que hacer una doble declaración de inocencia, la denominada «Confesión Negativa» ante Osiris y los otros 42 dioses que integraban el Tribunal.
Llama la atención que, a modo de ejemplo, incluso los propios elementos arquitectónicos de la Sala se negaban a facilitar el acceso al espíritu del fallecido, salvo que éste acreditase que conocía su nombre. Así: «No te dejaré entrar a través mío», dirá el frontón de la puerta, «si no dices mi nombre». «Pesa de exactitud», habrá de responder el difunto, «es tu nombre».
O también: «No te dejaremos entrar a través nuestro», dirán las maderas del ensamblaje de la puerta, «si no dices nuestro nombre». Y ahora el espíritu deberá responder: «Jóvenes uraeus es vuestro nombre».
«Puesto que nos conoces, ¡pasa, pues, a través nuestra!», dirán finalmente todos esos elementos arquitectónicos de la Sala.
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