19 de diciembre de 2017

El Libro De Los Muertos - El Poder De la Palabra



Dentro de ese contexto, los egipcios pensaban que la palabra poseía un intenso poder mágico, gracias al cual los sacerdotes, buenos conocedores de la naturaleza de los hombres y de los dioses, podían realizar peticiones y súplicas a estos últimos que, realmente, no eran tales peticiones sino órdenes que los dioses habrían de ejecutar. El propio rey, cuando deseaba algo, lo ordenaba a través de sus palabras; esas órdenes eran obedecidas de inmediato por los hombres, de modo que la palabra del faraón, dios en la tierra, iba creando la realidad, día tras día.

«Yo soy la Gran Palabra», declarará el faraón en los «Textos de las Pirámides», expresando así que con su verbo el rey puede dar vida a todo lo que desea. 
En un primer momento, será el corazón del monarca el que concebirá una idea; posteriormente ésta será transmitida como orden a través de la palabra e inmediatamente los hombres se ocuparán de que ese deseo se transforme en realidad.

Cuando la muerte alcanzaba a una persona, si su nombre, sus palabras, eran conservadas, se estaba asegurando la supervivencia del fallecido. 
Por contra, si el nombre era destruido, la persona sería aniquilada. 
En ese caso ocurriría lo que los egipcios más temían: el hombre cuyo nombre era olvidado dejaba de existir, pero es que, además, era como si nunca hubiese tenido vida. 
El olvido del nombre suponía la aniquilación de la existencia del hombre. Así habría ocurrido, según las creencias egipcias, con Akhenatón, el faraón cuyo nombre fue borrado, tras su muerte, en todos los lugares, en el deseo consciente de producir la aniquilación y olvido del que había sido un faraón hereje, odiado intensamente por los sacerdotes de Amón y del resto de los dioses.


La Creación por el Verbo

Para los egipcios, y en general para los pueblos semitas, el Creador habría utilizado el poder del Verbo, es decir, la magia de la palabra, cuando decidió que el mundo existiera. 
El Demiurgo Atum y su emanación Ra, una vez que concebían un elemento no precisaban sino pronunciar su nombre para que este tomase vida. La magia de la palabra permitía que instantáneamente la realidad que expresaba quedase materializada.

En la estela de granito del faraón Sabaka, que reinó hacia 710 a. C., que reproduce un manuscrito menfita de origen muy antiguo, se afirma que «toda palabra divina viene a la existencia según lo que el corazón ha pensado y lo que la lengua ha ordenado. 
Así fueron creados los orígenes de la energía vital, y determinadas las cualidades del ser, gracias a esta Palabra… La orden concebida por el corazón y exteriorizada por la lengua no cesa de dar forma a la significación de toda cosa».

Entendemos que es muy significativo que la palabra «Ra», que designa al gran dios creador, fuese escrita en egipcio con los signos jeroglíficos de una boca y debajo de ella un brazo. 
La boca simbolizaría la idea de «palabra», en tanto que el brazo estaría haciendo referencia a la idea de «acción». 
En suma, «Ra» vendría a expresar, a través de su nombre, la capacidad de acción del dios que para ello utiliza como medio la palabra.


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