Un día, Coatlicue, la diosa madre, estaba orando en el templo del Sol,
cuando recibió del cielo una corona de plumas de colibrí, la cual poso
sobre su seno, e inmediatamente quedó encinta.
En su vientre
comenzó a formarse el dios de la guerra, Huitzilopochtli.
Sin embargo, no todos estaban contentos con ese designio divino.
Su
hija, Coyolxauhqui, diosa de la Vía Láctea, se puso furiosa por lo que
consideró deshonra de su madre y llamó a sus hermanos, los Centzon-Huitznahuas, las 400 estrellas meridionales, para castigar a su progenitora con la muerte.
Pero el propio Huitzilopochtli los contuvo al salir del vientre de su
madre, revestido con una armadura azul, con la cabeza y la pierna
izquierda adornadas con plumas de colibrí y una jabalina azul en
la diestra. El dios guerrero mató a sus hermanos, sirviéndose de Xiuhcoaltl, la serpiente de fuego, su atributo distintivo.
Así, ella, la divina Coatlicue dio vida a Huitzilopochtli,
también conocido como Mexitl, quien ordenara la
migración de su pueblo al borde del lago de Texcoco, donde
fundaron su capital. Por eso de su nombre Mexitl se deriva la palabra México.
Y en el nuevo asentamiento, los mexicas, aztecas o tenochcas dedicaron el cerro del Tepeyac para adorar a Coatlicue, la de la falda de serpientes, señora de la vida,
la muerte y la fertilidad.
De todas partes de Mesoamérica llegaban las peregrinaciones al Tepeyac a agradecerle a la madre de dioses, madre virgen, sus preciados dones.
Desde la altura de su cerro, Coatlicue, también llamada Tonantzin, vio con horror cómo un grupo de forajidos que arribaron, allende los mares, tomaron el control de Tecnochtitlan el 13 de agosto de 1521.
Los conquistadores destruyeron y mataron todo a su paso, e impusieron dioses extraños a los mexicas, junto con ritos religiosos
igualmente extraños.
La Masacre de Tecnochtitlan
del Tepeyac a llorar su desventura a la Tonantzin.
Sin importar la imposición del panteón católico, los ahora denominados indios insistían en adorarla a ella, madre de los dioses, para agradecerle sus dones.
Así, de la mano del sincretismo religioso, del temor a ser considerados idólatras, la Tonantzin se fue transformando en la Guadalupana, pues ambas eran diosas vírgenes y madres.
La leyenda dice que en diciembre de 1531 al indio Juan Diego se le aparece cinco veces la deidad mariana y le pidió
construir su templo precisamente en el mismo lugar donde lo
tenía Coatlicue.
Por supuesto que no se podría dudar de que la Santísima Virgen desalojara a otra diosa, sería un sacrilegio pensar en un corazón tan mezquino, sino que en realidad
había ocurrido la metamorfosis de la Tonantzin.
Pero no todos estaban contentos con ese cambio.
El propio arzobispo de México, fray Juan de Zumárraga, ante quien dice la leyenda que ocurrió el prodigio de las rosas y cayó de rodillas ante la imagen estampada en la tilma de Juan Diego, parece desanimar el nuevo culto.
En el catecismo Regla Cristiana, compilado por Zumárraga y editado en 1547, o sea 17 años después de la aparición guadalupana, afirma: "Y no quiere el Redentor del mundo que se hagan milagros, porque
no es menester".
Extraño que este arzobispo no haga referencia a la aparición Guadalupana y pida el cese de milagros como el que ella habría hecho.
Años después, en 1556, fray Francisco de Bustamante, provincial de la orden
franciscana, dice con enojo: "La devoción de esta ciudad ha tomado en una ermita e
casa de Nuestra Señora que han intitulado de Guadalupe, es un gran perjuicio de los
naturales porque les da a entender que hace milagros aquella imagen que pintó el indio
Marcos...", en referencia a la pintura elaborada por el artista Marcos Cipac de Aquino y que la leyenda considera una obra divina.
Por esos mismos años, comienza a tomar forma el mito, a través de los versos del Nican Mopohua, escrito por el indígena Antonio Valeriano.
No es hasta 1648, cuando Miguel Sánchez le da forma al
primer relato sobre la Virgen de Guadalupe y esta leyenda
adquiere sentido oficial.
Hoy, 471 años después, Juan Diego será canonizado, sin importar si existió o no.
Pero más allá de la polémica es un momento de gozo
para los descendientes de las culturas prehispánicas, porque por primera vez en la historia entrará al panteón católico un indio sojuzgado de la mano de Coatlicue, la divina Tonantzin, la diosa madre de los antiguos pobladores mexicas.
Fuentes Consultadas
Haroldo Shetumel
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