Se dice que es un niño que murió sin ser bautizado o un niño malo que golpeó a su madre.
Es muy pequeño, lleva un sombrero grande y llora como una criatura.
Tiene una mano de hierro y otra de lana, cuando se acerca a alguien le pregunta si con cuál mano desea ser golpeado.
Algunos dicen que, sin importar la elección, el duende golpeará siempre con la de hierro.
Otros, en cambio, aseguran que los desprevenidos eligen la de lana y que es ésta la que en realidad más duele.
Posee unos ojos muy malignos y dientes muy agudos.
Suele aparecer a la hora de la siesta o en la noche en los cañadones o quebradas.
Tiene predilección para con los niños de corta edad, aunque también golpea sin piedad a los mayores.
En la zona de los Valles Calchaquíes existen dos historias muy curiosas con respecto al duende:
Al acercarse vio un párvulo en cuclillas y con la cabeza gacha.
Cuando le preguntó qué le sucedía, el niño alzó su maligno rostro y mostrando sus agudísimos dientes al tiempo que sonreía, le dijo:
- Tatita, mírame los dientes...
El "gringo" salió corriendo tan veloz como las piernas le daban y nunca regresó.
La otra historia, narrada por Lucindo Mamaní, de Tafí del Valle, cuenta que se vió al duende conversando en un zanjón con un niño que estaba a su cuidado (actualmente un prominente médico).
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