9 de enero de 2018

Complejo De Agar y Sara -


Muchos de los complejos llevan el nombre de personajes históricos, figuras mitológicas o protagonistas de obras literarias o bíblicas, por ejemplo el complejo de Agar y Sara.

La palabra “Complejo”, fue creada por Carl G.Jung  pero fue la discusión sobre el psicoanálisis freudiano que se popularizó llegando a ser una palabra de uso corriente y hasta vulgar.

El Complejo de Agar  y Sara es padecido por los hombres cuando de manera consciente o inconsciente dividen a las mujeres en dos grupos.

En uno de los grupos en los que podemos encontrar a las abuelas, las madres, las hermanas, las tias, o a las profesoras, pertenece al grupo de las mujeres buenas, puras e intocables.



El segundo grupo lo formarían las mujeres malas. 
Estas son las mujeres que son utilizadas para la satisfacción sexual, no entra en este terreno el amor o el respeto. Son mujeres a las que consideran indignas de ser amadas.

Yo creo que este complejo existe en todos los hombres pero no de una manera obsesiva que pueda dar lugar a una enfermedad mental. 
De hecho lo encuentro necesario para que el hombre pueda tener relaciones sexuales al poder discernir una mujer madre de otra que no lo es.

El problema se presenta cuando se convierte en obsesión o no pueden ver a ninguna mujer fuera de su entorno familiar como mujer buena o al contrario cuando no puede separar a la madre de las mujeres malas.


El hecho fue anotado por Freud 4y bautizado por la pscicoanalista francesa Maryse Choisy, aludiendo a un episodio bíblico

Agar fue una esclava egipcia, concubina de Abraham, madre de Ismael.

Debido a la esterilidad de Sara, cuenta la biblia que Sara empujó a su marido  Abraham a tener descendencia a través de Agar, de la que nació Ismael, del que desciende los ismaelitas.

Agar, después de haberle dado un hijo a Abraham fue maltratada por Sara y  expulsada, solo le quedó vagar  por el desierto. Y salvo que un ángel le dijo que su descendencia sería tan grande como los granos de arena del desierto, nada más se sabe de ella.

De donde podemos deducir que Agar representa a la mujer que solo sirve para tener sexo sin amor, a pesar de que fue Sara y no Abraham la que vió un peligro en Agar. Y por eliminación Sara, la esposa, a pesar de ser estéril, o precisamente por eso, la mujer pura y dignificada.

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Formas De Frenar Las Relaciones Tóxicas En La Familia -


Debemos aprender a ponernos en el lugar del otro y estar dispuestos a entender más allá de las palabras y los actos

Nadie merece vivir en un ambiente emocionalmente tóxico. 
Salir de allí no es solamente necesario, sino que es absolutamente vital

Hay familiares tóxicos que pueden hacernos mucho daño. 
Cada uno en la medida de sus posibilidades, pueden hacernos la vida muy difícil, incluso imposible, con sus comportamientos y sus palabras en el núcleo familiar.

De hecho, la familia es uno de los escenarios más comunes en los que se desarrolla el drama de las relaciones tóxicas. 
Además, a esto se le suma una dificultad más: no podemos desligarnos de ellos para siempre, ya que siempre habrá algo que nos una.

Digamos que, mientras sí que hay ex-parejas, no existen las ex-madres, los ex-padres, los ex-hermanos, los ex-abuelos, etc. 
Es decir, podemos poner punto y final a una relación de pareja pero no podemos hacerlo con nuestros familiares.

La familia nos viene impuesta, no podemos elegirla y esto requiere que, aunque no nos guste, nos tengamos que adaptar a ello. 
Suele ocurrir que nos veamos sometidos a ciertas normas dentro del núcleo familiar y que eso nos ahogue.


Esto genera que nos sintamos esclavos, que estemos a disgusto y que nos sintamos atrapados y sin salida. Además, ocurre que, cuanto más relevante sea el puesto o la posición que ocupan los familiares tóxicos, más difícil sea salir de allí o hacer valer nuestros derechos.

Se dice que hay dos tipos de familias: las rígidas y las flexibles. 
En las primeras abunda la toxicidad, pues su funcionamiento es fruto del uso intenso e irracional del poder.

El hecho de que esto suceda implica gran dificultad a la hora de relacionarnos, a la vez que nos impide expresar con libertad nuestros sentimientos y nuestras opiniones, conversar o mostrarnos tal y como somos.

Estos familiares son, sin duda, vampiros emocionales. 
Son esas personas que nos someten a la imposición, a la envidia y al acoso de alguien que, en principio, debería cuidarnos más que nadie en este mundo.

Como hemos comentado, lo más lógico y probable es que no podamos romper esa relación con facilidad, pues un vínculo familiar no se deshace tan a la ligera.

Sin embargo, hay veces que las relaciones se recrudecen y no queda otro remedio que huir del ambiente tóxico.

¿Cómo podemos actuar?

Según apunta Laura Rojas Marcos, la mayoría de los conflictos vienen originados por las luchas de poder, el sentimiento de derecho y la falta de límites.

¿Cuáles son las claves para liberar la carga que supone que un familiar nos dañe con sus palabras o sus actos?



- "Ponerse en el lugar del otro: la empatía"

Esto no significa que nos debamos someter a los deseos y a las necesidades de los demás, sino que tengamos la disposición de comprender lo que ocurre más allá de las palabras y los actos.

Es decir, “practicar la empatía” implica mantener la disposición de escuchar y de considerar lo que los demás nos tienen que decir. 
Esto nos ayudará a aceptar la posibilidad de no llegar a un acuerdo sobre lo que nos pidamos, pues cada uno tiene necesidades diferentes.

En estos casos, debe existir un pacto de respeto al desacuerdo, algo que facilitará la convivencia. 
Esto es: tú quieres algo que no es compatible con lo que yo deseo, aceptémoslo y sigamos.

- "Respetar la intimidad y el espacio de cada uno"

Respetar al otro significa aceptar que el “no” sea la respuesta, tolerando así la frustración, aunque parezca injusto. 
No nos podemos permitir eso de “donde hay confianza da asco”, ya que la intromisión da lugar a grandes conflictos familiares.

Tal y como apunta Rojas Marcos:

“En las relaciones familiares se dan por hecho cosas en las que no existe acuerdo. 
Si se entra sin avisar en casa de un hijo o se hace una llamada a destiempo, hay que estar preparados para recibir una respuesta que puede no gustarnos y que marque los límites de la relación”.


- "Ser respetuosos y mantener las formas"

Suele ser habitual que, en conversaciones familiares, se diga lo primero que nos viene a la mente. 
Esto sucede porque no le pasamos el filtro de la educación y del respeto a nuestras palabras y a nuestras acciones. 

Es probable que una gran parte de nosotros tenga un familiar cercano que se piensa que puede decir todo cuanto le venga a la mente y que sus percepciones y opiniones están por encima de cualquiera. 

Esto generará grandes conflictos, por lo que es importante que tomemos distancia en las situaciones y pongamos límites de forma calmada, respondiendo que lo que dice está causando dolor emocional.

- "Ser asertivos y utilizar las palabras mágicas"

Hay relaciones familiares que se basan en juegos de poder. 
Es probable que no quieras poder, que solo quieras libertad de acción y de expresión y que haya personas que dificulten esta transición.

En estas situaciones debemos hacernos valer manifestando nuestros “no puedo”, “no quiero” o “no estoy de acuerdo” sin temor. 
Es importante sentirse seguro de uno mismo, actuar con determinación y hacer uso de nuestra capacidad de elección



Además, aunque estemos en familia, sigue siendo de gran importancia pronunciar las palabras “gracias” y “por favor”, ya que con ellas expresamos consideración y amabilidad, mostrando respeto por el tiempo y el esfuerzo que las peticiones y los favores requieren.

- "Ser pacientes"

Impacientarnos ocasiona que seamos impulsivos e irreflexivos a la hora de valorar las circunstancias y tomar decisiones. 
Por esta razón, es indispensable desarrollar nuestra capacidad de espera y de reflexión antes de actuar.

Puede ocurrir que no podamos solventar las dificultades que acompañan al agotamiento que provoca una relación familiar tóxica. 
Por eso, a veces se hace inevitable tomar decisiones que rompan con el núcleo familiar como, por ejemplo, alejarse de esas personas.

No debemos olvidar que los vampiros y los depredadores emocionales están presentes en todos los contextos de nuestra vida, lo que requiere que seamos hábiles en identificarlos y en protegernos de ellos.

Así, se hace especialmente importante que aprendamos a controlar la intensidad de emociones como el enfado, las cuales pueden generar dramas de gran extensión.

Debemos mantener la cordura y valorar mucho las consecuencias de nuestros actos, teniendo en cuenta los límites emocionales y físicos que nunca deberíamos sobrepasar.


Fuentes: Laura Rojas Marcos

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Personalidades Dañinas - Los Traficantes De Culpa


Debemos aprender a identificar cuándo algo es realmente culpa nuestra y cuándo nos quieren adjudicar un problema que no tiene nada que ver con nosotros

Los traficantes de culpa habitan a nuestro alrededor. 

Los tenemos muy cerca y, a menudo, caemos en su juego de poder durante determinados momentos de nuestra vida.

Son personas habituadas a proyectar en los demás un profundo y hábil sentimiento de culpa con el cual dominar y, a su vez, hacernos caer en una dinámica continua de emociones negativas donde creer que “todo lo hacemos mal y que no servimos para nada”.

Estamos, sin duda, ante un tipo de manipulación tan afilada como destructiva.

Este tipo de dinámica se ejerce a todos los niveles. 
En la familia, entre parejas y en muchos ámbitos laborales.

Tanto es así que podríamos decir, casi sin equivocarnos, que todos nosotros conocemos a más de una persona que ejerce esta habilidad, este tráfico de culpa que tantas secuelas nos puede dejar.

Estamos seguros de que te será de gran utilidad identificar los distintos tipos de caracterizan este comportamiento. A continuación, te hablamos de ellos.

El peligroso Juego de la Culpa y sus Protagonistas

Uno de los “juegos” de poder más letales que podemos llevar a cabo en nuestros lazos de amistad, de familia o en nuestras interacciones en contextos laborales es, sin duda, la proyección de la culpa.

Hay muchos modos de llevar a cabo estas artimañas. 
Ahora bien, la forma en que nos responsabilicen de unas cosas y no de otras depende siempre del tipo de manipulador, del traficante de culpa.

No es lo mismo el juego de poder que lleva a cabo nuestra pareja que, por ejemplo, el que pueda aplicar un familiar.

Veamos ahora cuántos tipos de “traficantes de culpa” podemos encontrar.

Descubre también cómo mejorar como persona para aumentar la calidad de tus relaciones.

Los Caritativos y Afectuosos


“Te lo digo porque te quiero y porque te deseo lo mejor, pero eso que estás haciendo no te conviene nada y, además, descuidas lo más importante y a quienes se preocupan por ti”.

Este tipo de verbalización es un claro ejemplo de un abuso emocional.
Son frases donde, a través del cariño y del afecto, nos humillan y, a su vez, nos culpabilizan de su infelicidad o del malestar de quienes nos rodea.
Este tipo de comportamientos son muy comunes a nivel de familia.
Un ejemplo: “Si dices que sí a ese trabajo y te vas de casa, serás infeliz y nos harás infelices a nosotros. 
No te conviene, cariño”. 

La culpa que nos proyectan se acompaña de ese afecto de alguien que nos es significativo. 
Además, al tener un vínculo tan cercano con este tipo de personas, el impacto es mayor y más profundo.

Los que nos responsabilizan de todo

Si se cae un plato es porque somos unos torpes irremediables. 
Si a ellos se les quema la comida es porque les hemos despistado.

Si se pincha la rueda del coche es porque nunca nos acordamos de pasar por el taller para hacer una revisión.

Hay personas con este tipo de facultad: la de responsabilizar a los demás de todo lo malo que sucede –y les sucede–.
Es una forma lenta y progresiva de destrucción que hay que intuir y frenar cuanto antes.

Los que validan su autoestima convirtiéndonos en torpes marionetas


Está claro que sin mí no sabes hacer nada, ¿has visto cómo lo estropeas todo solo con tocarlo? 

“Siempre estás metiendo la pata en cada cosa que haces; a partir de ahora me ocuparé yo”.

Este ejemplo es una muestra directa de una relación tóxica y de un modo de dominación muy concreta.
Quien ejerce el poder proyecta sobre nosotros una culpa infundada logra ante todo validarse como persona.
Lo consigue al infravalorar nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestra personalidad. 
En caso de no posicionarnos, el avance es imparable.
Nos harán creer que no somos nada y que ellos lo son todo.

Los que no entienden qué es responsabilizarse de sus propios errores

Estamos seguros de que también conoces a más de una persona de este tipo.

Cometen errores, imprudencias, causan importantes problemas con su actitud, con su comportamiento… Sin embargo, son incapaces de responsabilizarse  de sus actos.

Más aún, en lugar de asumir las culpas, son especialistas en proyectarlas sobre los demás.

“La responsabilidad es tuya por haberme hecho caso”, “al fin y al cabo la culpa es tuya por ser tan confiado…”

Los que lo hacen por nuestro bien, “para enseñarnos


Conseguir que otros asuman culpas ajenas es, para muchos, un modo de que los demás aprendan a responsabilizarse, a madurar.

Pensemos, por ejemplo, en una empresa.

Imaginemos a ese directivo que nos responsabiliza de los errores de otros y nos “exige” resolverlos.
Para justificarse, nos recuerda que en una organización todos deben responsabilizarse de cualquier problema, porque así es como funcionan las cosas.

Ahora, pensemos también en esos padres que obligan al hermano mayor a responsabilizarse de los errores de sus hermanos pequeños.

“Cargan” sobre él la culpa solo por ser el mayor, o por ser el chico, o bien la chica.

No es lo adecuado. 
En toda familia o entorno laboral cada persona debe ser consecuente de sus propias acciones y responsabilidades.

Culpar a uno solo de todos los errores o descuidos es un modo de estresar, de mermar la autoestima de esa persona en concreto.


Fuentes: Mejor Con Salud