25 de noviembre de 2017

Enfermedad y el Reiki -


Cuando decimos enfermedad, seguimos hablando de energía. Nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras son como guijarros que se lanzan al gran lago del Universo, y su efecto transmite energía en forma de ondas.

Pues esa energía influye en la nuestra propia intentando acomodarse de la que sale de origen.

Nosotros somos como si fuéramos muchos (en verdad lo somos: muchos cuerpos uno dentro de otros en múltiples dimensiones) como las muñecas rusas, todas ellas son energía en distintas densidades, menos sutiles a medida que nos
adentramos a sacar las muñequitas más pequeñas.

Así cada parte de nosotros está viviendo a la vez en distintos planos de energía y por tanto, de realidad y de conciencia.

Esas "ondas" enviadas como olas, guijarros de nuestros sentimientos transmiten un tipo de vibración que va afectando a las distintas capas, en este caso cuerpos y es en estas últimas y más refinadas donde son más susceptibles de alteración afectadas por el continuo bombardeo de esas vibraciones.

Así y de forma inversa, ese efecto rebote va afectando a las capas más densas.

Dicen los videntes que pueden observar en el aura la afección 2 ó 3 meses de antelación
antes que aflore en el cuerpo físico.

Yo creo que la enfermedad viene, podría llamarlo “por rebosamiento” pues tampoco creas que sean tan frágiles nuestros cuerpos etéreos, solo nosotros tenemos el gran poder de cambiarlo con nuestro pensamiento.
De ahí podemos sanar como podemos morir consciente o inconscientemente.
Ahora podéis comprender mejor cuando digo lo de “sanaros a vosotros mismos”.

Pero ¿Cómo se rebosa? ¿Quién lo crea? Alice Bailey lo expresa muy claro:

“El ser humano está compuesto de cuatro cuerpos inferiores y otros cuerpos superiores.
Los cuerpos inferiores sirven de vehículo expresivo en el plano terrestre a nuestro Yo Real.
Ese Yo Real elige una virtud para expresar y manifestar en el plano.

Cada uno de los cuerpos inferiores vibra en diferentes frecuencias.
Deben vibrar en armonía para que podamos manifestar la virtud.
Nuestra tarea es esa. Si no existe un equilibrio se presentan los conflictos entre ellos, y si alguno toma el mando el desequilibrio se ve fácilmente por nosotros en el cuerpo físico, que es el de vibración más baja, y no le puede seguir el ritmo a los otros dos.

Entonces empieza la enfermedad como una forma del cuerpo físico de dar un freno a los demás cuerpos.

Si hemos dejado que uno de los cuerpos inferiores tome el mando también puede decirse que la enfermedad se produce cuando el ser (Alma) Yo Real olvida quien es y a donde se dirige.
Es un mensaje directo que nos dice no solo la forma en la que estamos desequilibrados, sino los pasos que debemos dar para volver al Yo Real y a la salud”.

El cuerpo físico nos hace estar de pie en este mundo.
A través de él nos interrelacionamos con el medio y con todo lo que nos rodea.

El cuerpo etérico da energía al cuerpo físico. Algunos pueden ver esas líneas de fuerza por donde fluye la energía cósmica como si fuera un huevo que cubre a la persona.

El cuerpo emocional muestra la personalidad al deseo (el ansia de poseer o no poseer) se experimenta como todos los pares de sentimientos opuestos como amor-odio, alegría-tristeza, etc.

El cuerpo mental nos conecta con los cuerpos superiores y los inferiores.
De ahí que muchas culturas intentaran con mayor o menor éxito el ejercicio de la mente al ser la puerta a las esferas superiores y el domador de los cuerpos físico y emocional.

Un alto porcentaje de las enfermedades se originan en el cuerpo etérico y en el emocional y otro porcentaje en el mental.

En este último tipo aumentará a medida que la humanidad deje de lado los patrones emocionales.

Los bloqueos, la sobrecarga de energía o la falta de ella pueden medrar en los demás cuerpos y si no se sanan adecuadamente podrían manifestar la causa física de su dolor o trauma.

Si nos centramos solamente en la armonización del cuerpo material y no se repara la causa en los otros planos de energía, el desarreglo puede volver a producirse en el cuerpo denso nuevamente tal vez con otro síntoma.
De ahí la importancia del pensamiento, de tener siempre el terapeuta esto en cuenta y por tanto, la utilización del Sei He Ki y su influencia poderosamente sanadora para una elevada cantidad de enfermedades.

Una de las causas puede ser por aferrarnos a algo: un dolor, una situación o una persona.

Ancla nuestra energía y una energía que se estanca es perjudicial para el ser humano pues debe de fluir para activarnos recargarnos donde todos nuestros chacras debieran de estar abiertos, éstos se contraen dejando cerrada la entrada y también la salida.

El mayor trabajo, el mayor dolor se oculta en aquella persona o situación que nos tiene anclado.

La energía de ese dolor nos atenaza, y sí, parece mentira pero inconscientemente nos marca.

Para ello no hay mejor terapia que perdonar y perdonarse, perdonar no la ofensa, sino al que te ofendió pues debes de saber que él también sufría para hacer lo que te hizo.

Perdonar es dejar que todo sea sanado, es soltar esa cuerda que hemos sujetado con tanta fuerza que los dedos agarrotados se han hecho una con esa cuerda de dolor en nuestros miembros.

Todo parece entumecerse, anestesiarse.
Y al final llega el olvido.
La mente consciente, haciendo muy bien su trabajo aleja de nosotros lo traumático y lo encapsula en una burbuja del tiempo, siempre presente en nuestro inconsciente, recreando por siempre esa energía de
dolor, de malestar continuo, de anclaje.

Un buen asesoramiento médico es esencial para el cuerpo físico, pero si nos fijamos en los demás cuerpos (emocional y mental) la enfermedad aparecerá nuevamente, y tal vez como otro síntoma o acompañado de otras dolencias.


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