17 de diciembre de 2017

Los Embalsamamientos en el Antiguo Egipto- Parte I


La técnica de embalsamar alcanzó en Egipto las más altas cotas de perfección, totalmente comparables a las realizadas en nuestra Medicina, con toda su parafernalia técnica y científica.
La gran diferencia estriba en el carácter ritual, sagrado y mágico que motivaba al pueblo egipcio y más concretamente a la alta casta sacerdotal, a llevar a cabo tan sofisticado método.

Los Embalsamamientos en el Antiguo Egipto

La palabra embalsamar significa literalmente “introducir en bálsamo”; procede también del término senefer, cuyo significado sería “volver a dar vigor”, y era practicada en Egipto sólo para los Faraones, sacerdotes de alto grado y personalidades muy destacadas.
Con el transcurso del tiempo se fue ampliando el campo de acción, como consecuencia natural de la degradación de los Imperios, y llegó a estar al alcance de todo aquel que pudiera costearse tal práctica, existiendo básicamente tres tipos de embalsamamientos, según la categoría y poder económico del difunto, preludio del actual comercio en torno a la muerte.

Cuando un hombre de consideración moría, las mujeres de la casa se cubrían con lodo la cabeza y el rostro, se descubrían el pecho y, ciñendo su traje con un cinturón, se golpeaban y recorrían la villa acompañadas de sus parientes.
El hijo del difunto, después de purificarse y colocarse una piel de pantera, presentaba al sacerdote un quemador de perfume para incienso y un hacha de hierro llamada nu, instrumento curvo con mango de marfil, necesario para la última ceremonia de la apertura de la boca y el vientre.
La esposa e hijas del difunto desempeñaban el papel de gemidoras como Isis y Neftis.
Se celebraba un festín en el que se sacrificaban un toro, una gacela y un ganso.
Se dice que los encargados de embalsamar pertenecían a una profesión que se trasmitía de padres a hijos.

La entrega del cadáver se hacía en la denominada “Cabaña de Dios” o “Lugar puro de la Casa Buena” o “Casa de la Vitalidad”.
El embalsamamiento se llevaba a cabo en presencia del “Embalsamador de Anubis" (Dios negro) y de los “Cancilleres de Dios”, que eran los encargados de manipular los objetos sagrados y de valor.
Se enseñaban a la familia los distintos modelos de embalsamamiento, así como modelos de muertos en madera, pintados al natural.
Se dice que el mejor era del de Osiris, siguiendo el proceso de embalsamar que llevó a cabo su hermana-esposa Isis.
Una vez elegido comenzaba todo el ceremonial de embalsamamiento.
Es de notar que en los tiempos de decadencia, los cadáveres de mujeres jóvenes y bellas se entregaban a los tres o cuatro días, para evitar el ultraje del cuerpo.
Eran los Ierodulios (legos o aprendices) los que transportaban el cadáver al necrio o depósito; el cuerpo era colocado en una mesa especial de madera con forma humana.
Allí se lavaba exhaustivamente el cadáver de manera ritual, con antisépticos, salvo la boca, los ojos y los oídos.

Se perfumaba el cuerpo, quedando debidamente preparado para que el Escriba o Grammata señalara la incisión que era necesario practicar en el costado izquierdo del cadáver, de unos diez a quince centímetros de largo, y el acceso necesario para extraer el cerebro del cráneo, que normalmente se practicaba a través de la nariz, una vez levantada la parte carnosa, para lo cual se utilizaban unos ganchos curvos especiales que maceraban la víscera, ayudados a su vez por drogas que introducían en la cabeza.
En determinadas momias, la extracción del cerebro se hacía a través del Foramen Magnum, también por el Foramen Laceratum o incluso por un agujero artificial.

Cuando era necesario desarticular el cráneo, se fijaba posteriormente una varilla metálica.
Inmediatamente entraban en acción los denominados Parachistas o incisor, que utilizando una especie de cuchillo hecho de un material llamado Piedra de Etiopía, abren la incisión marcada por el Grammata. Realizado este acto, el Parachista huye a toda prisa, perseguido por los parientes, que le arrojan piedras, sin ánimo de hacerle daño, profiriendo imprecaciones como para atraer sobre él, desde el cielo, la venganza por este crimen.
Los Parachistas eran proscritos y no se mezclaban con otras clases.
Reunidos los embalsamadores alrededor del cuerpo, extraen a través de la incisión las vísceras del cadáver, exceptuando los riñones, que quedaban intactos, y el corazón, si bien sobre este órgano hay algunas dudas, ya que algunos opinan que se extraía y en su lugar era colocado un escarabajo de piedra, cerámica u otro material, emblema de la vida humana y de las transformaciones del alma, y que debía ser consagrado con una fórmula mágica escrita entre sus patas.

Esta invocación era: “¡Oh corazón mío, corazón que tengo de mi madre, corazón que necesito para mis transformaciones, no te levantes contra mí!”.
En caso de que por accidente el corazón no se encontrara, se realizaba la sustitución por el escarabajo de manera obligatoria.
La cavidad abdominal y torácica se lavaba y se limpiaba y acto seguido se rellenaba a base de aceite de cedro, resina de una especie de mimosa, áloes, jugo o extracto resinoso de aloe perfoliata, canela, corteza de laurus cinnamonius, corteza de laurus cassia, resina líquida de pinus cedsens, betún de bitumen judaicum del Mar Muerto, mirra pura quebrantada y machacada, serrín y cinamomo, cera fundida y especies.
Nunca usaban incienso.
Cosida la incisión se volvía a lavar el cuerpo con aceites aromatizados y se entregaba a los Tarichentas, que eran los salitrores o saladores y que en la operación de embalsamamiento contraían la impureza legal, de la que se libraban mediante abluciones y ciertas fórmulas mágicas.

Se introducía el cadáver en un recipiente especial lleno de natrum o natrón, líquido viscoso que mana de ciertas montañas en la provincia de Fayun, compuesto al parecer por una mezcla de carbonato, sulfato y muriato de sosa y que había de secarse para convertirse en natrón seco.
El tiempo de duración de esta fase era de 70 días (duración de la ocultación de la estrella Sirio), para que el cuerpo se volviera incorruptible.
Con el fin de evitar que se pelasen los dedos de las manos y los pies, se enrollaba una fibra de lino, cobre u oro alrededor de una incisión hecha a partir de la raíz de la uña, cubriendo con un dedal los pulpejos de los dedos, en los cuales iba grabado un escarabajo para indicar la vida nueva.
Bajo las extremidades se introducía barro o arena para que conservaran su forma natural redondeada.

Las vísceras eran lavadas concienzudamente con vino de palmera y especias y se llenaban de mirra, anís o cebollas. Debidamente envueltas, eran dispuestas ritualmente en los cánopes o vasos canópicos realizados en distintos materiales: tierra cocida, alabastro o piedra granítica (diorita), y llenados de betún hirviendo hasta los bordes; luego se cubrían con tapas de los mismos materiales en los cuales se encontraban grabadas las imágenes de los cuatro Genios funerarios, hijos del Dios Horus u Horo, a saber:

Hapi: representado con cabeza de mono o cinocéfalo, recibía los pulmones.
Está relacionado con la diosa Nephtis y el Polo Norte.
Amset: representado con cabeza humana, recibía el hígado y se relacionaba con la Diosa Isis y el Polo Sur.
Duamutef: representado con cabeza de chacal, recibía el estómago, relacionado con la Diosa Neith y el Este.
Quebsenuf: representado con cabeza de halcón, recibía los intestinos y se relacionaba con la Diosa Selkit y el Oeste.
Estos Genios eran la representación de los cuatro Elementos, las cuatro Fuerzas, y se colocaban en una arqueta, separados y en posición vertical.
De esta manera el muerto era secundado por cinco Genios, cuatro encerrados en los vasos y el que había en el féretro que se fijaba en la momia.
El sexto Genio, que se relacionaba con Osiris, era el que ayudaba al doble, el Ka, a escapar del encierro a través de la puerta falsa de la tumba.




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