30 de noviembre de 2017

La Difunta Correa -


En la provincia de San Juan, en el departamento de Caucete, en Vallecito, se halla el “Santuario de la Difunta Correa”, donde se venera la memoria de Deolinda Correa, quien- según cuenta la leyenda popular- alrededor del año 1830 (época de luchas violentas) vivía Don Pedro Correa, un viejo guerrero de la Independencia, hombre valiente y sin tacha, respetuoso y respetado por todos, asistía con su amistad y consejos al Gobernador Don Plácido Fernández Maradona, pero a la muerte de este, los azares de la política hicieron de Correa un perseguido, pese a las inmunidades que como guerrero de Chacabuco le habían sido acordadas.
Estos hechos hicieron que varios de sus perseguidores fijaran interesados sus miradas en Deolinda, hija de Correa, de extraordinaria belleza. Pudo sin embargo ésta resistir las demandas y casarse con el hombre que amaba. Esa fue la sentencia para su padre y su esposo, que perseguidos por las montoneras fueron muertos sin consideración. Ella fue requerida nuevamente y la insistencia se hizo penosa.

Desesperada y temiendo lo peor, para ella y su pequeño niño, emprendió una madrugada la huida hacia La Rioja. Anduvo por valles y quebradas con su hijito en brazos, cruzó arenales ardientes que llagaban sus pies, se estremeció en la penumbra de los montes hasta que sus fuerzas se disiparon. Sedienta y extenuada se dejó caer en la cima de un pequeño cerro. Sintiéndose morir, pidió al cielo que llenara de leche sus pechos para que el pequeño sobreviviera.


Tiempo después unos arrieros se acercaron al lugar atraídos por el vuelo circular de los caranchos, hallaron al niño adormecido sobre el pecho de su madre muerta. Profundamente impresionados dieron sepultura piadosa a la infortunada Deolinda Correa y se llevaron a la criatura.
 
Poco tardó en conocerse la desdichada suerte de la joven, y hasta su humilde tumba campesina comenzaron a acudir hombres y mujeres del llano y de las sierras, marcando así el comienzo de una devoción popular que acrecería con los años, hasta alcanzar proyecciones tan grandes no solo en el país sino en América.

 Esta conmovedora historia de amor se agiganta aún más porque en ese lugar desierto se convirtió en vergel, suceso divino de interceder ante Dios para el logro de sus ruegos.

La gente ofrenda a la Difunta Correa con botellas llenas de agua, que son acarreadas hasta su santuario o son dejadas en las pequeñas capillitas o cruces que se observan al costado de las rutas de todo el país. Su simbolismo mágico expresa el deseo de sus devotos de que no le falte nunca más el agua, que apaga la sed y vence la muerte.

También se le ofrendan infinita variedad de objetos y exvotos que son llevados hasta los edificios que conforman el santuario. Entre ellos se destacan: guantes de boxeo, motocicletas, bicicletas, cuadros, retratos, insignias, ropas, chapas patente de automóviles, y lo que es realmente conmovedor, ajuares completos de novia: vestido, zapatos, guantes, ramos de azahares, etc. Son dejados allí por el “Milagro” concedido, se le atribuyen milagros de todo tipo, desde la recuperación de la salud hasta el bienestar personal y familiar, la unión de matrimonios desavenidos, ayuda a encontrar el camino a los arrieros que se extravían con el viento blanco, etc.

Hace unos años se conformó la Fundación “Cementerio Vallecito” que se ocupa de distribuir las donaciones entre los necesitados. Los vestidos de novia y de 15 años son prestados a las jóvenes de escasos recursos, quienes luego lo devuelven al santuario.


Con el tiempo, este mito regional se extendió al país y hoy el lugar es visitado por centenares de peregrinos de distintas provincias, muy especialmente durante las celebraciones de Semana Santa.    


Fuentes Consultadas
Atlas de la diversidad      
Siguiente 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por tu Comentario