29 de noviembre de 2017

Astrologia Romana - Su Historia -


Parece que los Romanos, de naturaleza tolerante, no fueron contrarios, en general, a la penetración de nu­merosas religiones y doctrinas astrales orientales. Muchas creencias tuvieron derecho de ciudadanía. 
En este pueblo formado en su origen por campesinos y soldados, y más interesado por la política que por las cien­cias. 

La astrología se va asentando mientras penetran las culturas orientales, pero sus fundamentos no sufren modificación alguna. 
Conocerá peripecias y tendrá ad­versarios y defensores, a menudo en función de la intensa vida política del Imperio y en relación también con el cristianismo naciente. 
Más tarde, y antes de la caída del Imperio, se inicia una declinación paralela a la del paganismo grecorromano.
Cicerón (106-43 a.C) alude a la astrología en va­rios de sus escritos (De la naturaleza de los dioses, Sobre la adivinación, Sobre el destino). 
Uno de sus íntimos amigos es el astrólogo Nigidio Fígulo, buen conocedor de los tratados de astrología grecoegipcios. 
En la misma época, otro sabio astrólogo, Fonteius Capito, escribe tratados de astro-meteorología. 
La astrología se halla en un período de auge. 
Parece triunfar entre 30 y 100 d.C. y hará sentir su influencia en la política. 
La nobleza de Roma cree en la omnipotencia de los astros. 
La política de los Césares sufre la influencia de los consejos de los astrólogos. 
Augusto manda acuñar una moneda con la efigie de Capricornio, que sería el signo de su Sol natal. 
Su creencia en la influencia de los astros se robustece con la entrada en la corte imperial del célebre astrólogo Trasilo, cuyo nombre muy pronto quedará ligado al de Tiberio. 
La astrología está de moda en toda la sociedad romana, como lo atestiguan las numerosas joyas y decoraciones murales que evocan los signos astrales individuales. 
Los escritos del historiador Suetonío nos legan numerosas anécdotas. Virgilio, Ovidio y Horacio hablan con familiaridad de los astros. 
En Ibis, Ovidio describe con precisión el horoscopo de un enemigo. 
Durante el reino de Augusto, Manilio compone las Astronómicas, largo poema astrológico dedicado al emperador yen el que recoge lo esencial de las técnicas helenísticas .
En él impera una at­mósfera de fatalismo, ilustrado por el verso de esencia estoica: “Fata regunt orbem, cesta stant omnia lege”.
Con el reinado de Tiberio comienza en Roma una larga historia de expulsiones y regresos (o de no partidas) de los “caldeos”: se llama así a los astrólogos, entre los que se cuenta entonces un número ciertamente grande de charlatanes. 
Calígula castiga a un astrólogo por difundir una predicción desfavorable para su persona pero consulta su horoscopo ante las amenazas que lo afectan. 
Bajo su reinado podemos citar a uno de los más célebres astrólogos de Roma: Doroteo de Sidón, autor de un tratado del que se tiene noticias, pero actualmente perdido. 
El siguiente emperador, Claudio, conserva a su servicio al hijo de Trasilo, Balbillus, también astrólogo, al tiempo que sanciona una medida de expulsión contra todos los “caldeos” de Italia. 
Más tarde Balbillus se convierte en preceptor de Nerón, junto con Séneca. 
Hay signos de que Balbillus fue un precursor de Ptolomeo en la técnica de predicción por direcciones primarias.
El fatalismo astral está de moda. 
Sin embargo, existen adversarios y se manifiestan en la efervescencia política y social de la época. 
Plinio el Viejo, por ejemplo, rechaza la creencia en el influjo de los astros sobre el individuo, pero está convencido de su acción general sobre. las cosas físicas. 
Es la postura brillante de un pensador. 
Otros son más encarnizados, como el emperador Domiciano, quien recela de los “caldees” y los persigue porque uno de ellos le predijo en su juventud una muerte prematura y violenta.
Junto a una astrología popular en la que proliferan sujetos codiciosos que abusan de la credulidad general, existe una astrología erudita, particularmente entre los reinos de Nerón (54 d.C.) y de Diocleciano (284-305). 
Bajo el reinado de los emperadores Adriano, 3 Antoni­no y Marco Aurelio (117-180) la vida intelectual de Roma se desarrolla y recibe una fuerte influencia del helenismo. 
Se redactan en griego numerosos tratados de astrología. 
El filósofo Plotino (205-270) rechaza la astrología popular y el fatalismo astral. 
Escribe “¿Tienen influencia los astros?”, y admite que son entidades divinas pero que no pueden hacer ni bien ni mal.
Así pues, la astrología adopta en Roma múltiples facetas, pero es interesante comprobar que ingresa en cierto modo en la “vida moderna” al encontrar sus pri­meros adversarios declarados; además se abre por pri­mera vez a las mujeres (la poetisa astróloga Julia Balbilla, sobrina de Balbillus, forma parte de los círculos de sabios amigos de Adriano) y se “institucionaliza” (los emperadores tienen sus astrólogos, como más tarde sucederá con los reyes de Francia). 
Pero, prácticamente, en todas partes, astrología es sinónimo de predicción: hay un olvido total del tema de la influencia de los astros sobre los rasgos de los individuos, a pesar de que Ptolomeo la describió con tanta precisión.


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