11 de diciembre de 2017

Karma - Clases de Acciones -


Aunque hay innumerables acciones físicas, verbales y mentales, todas pueden incluirse en tres: virtuosas, perjudiciales y neutras. 
Las prácticas de la generosidad, la disciplina moral, la paciencia, el esfuerzo en el adiestramiento espiritual, la concentración y la sabiduría son ejemplos de acciones virtuosas. Matar, robar, mantener una conducta sexual incorrecta, mentir, causar desunión con la palabra, pronunciar palabras ofensivas, chismorrear, la codicia, la malicia y sostener teorías erróneas son acciones perjudiciales. 
Las tres primeras son físicas, las cuatro siguientes, verbales, y las tres últimas, mentales. Además de estas diez acciones perjudiciales, hay otras, como maltratar o torturar a los demás. 
Cada día también realizamos numerosas acciones neutras. 
Cuando vamos de compras, cocinamos, comemos, dormimos o descansamos sin ninguna intención en particular, estamos realizando esta última clase de acciones.

Todas las acciones perjudiciales son contaminadas porque están motivadas por los engaños, en particular, la ignorancia del aferramiento propio, y lo mismo ocurre con la mayoría de nuestras acciones virtuosas y neutras. 
Cuando, por ejemplo, nos adiestramos en la disciplina moral, nos aferramos a un yo con existencia inherente que la practica, por lo que esta virtud sigue siendo contaminada.

Nos aferramos a un yo y un mío con existencia inherente en todo momento, día y noche. Esta mente es la ignorancia del aferramiento propio. 
Cuando estamos avergonzados o atemorizados, nos enfadamos o nos sentimos orgullosos, nuestro sentido del yo aumenta. 
El yo al que nos aferramos en estas situaciones es el yo con existencia inherente. 
Incluso cuando estamos relajados y tranquilos, seguimos aferrándonos a este yo, aunque con menor intensidad. 
Esta mente de aferramiento propio es el origen de las demás perturbaciones mentales y la causa de nuestros problemas. 
Para liberarnos de ellos debemos comprender que el yo con existencia inherente al que nos aferramos con tanta intensidad no existe en absoluto, nunca lo ha hecho y nunca lo hará. 
No es más que una mera invención de nuestra ignorancia del aferramiento propio.




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